Opinión
Balas de odio en Estados Unidos
Estados Unidos es el país del mundo con más armas de fuego en manos de civiles. De los cerca de 650 millones que hay en total, se estima que 310 millones están en territorio estadounidense. En manos de sus ciudadanos. Es decir, casi la mitad del total de las armas del mundo. Y casi tantas como su población. En un país que tiene cerca de 330 millones de habitantes, se calcula que hay una media de nueve armas por cada diez ciudadanos. Aunque lo cierto es que esta sorprendente y excepcional estadística responde básicamente a una cuestión de mentalidad, alimentada por dos razones. La primera, por el derecho a poseer y portar armas, avalado por la Segunda Enmienda de la Constitución. La segunda, por la gran afición de quienes se aferran a ese derecho para acumular incluso más armas de las que puedan utilizar.
Causas que hacen que el contexto sea muy distinto al de cualquier otro Estado del mundo. Por lo general, los territorios en guerra son los que más armas cuentan en su poder. Yemen, Suiza, Finlandia, Serbia, Chipre, Arabia Saudí e Irak le siguen, con una amplia desventaja, en el ranking de países más armados del mundo. Pero la particularidad de un país tan armado como EE UU es el que provoca que se enfrente a terribles consecuencias cuando su armamento cae en las manos equivocadas. Personas con problemas mentales o, tal y como empieza a suceder con mayor frecuencia, atacantes que se ven motivados a la acción por razones de odio racial, xenófobo o religioso.
Y es que, según recientes sondeos, los crímenes de odio y el apoyo a los grupos radicales de violencia han aumentado de manera considerable en los últimos años, coincidiendo con el mandato de Donald Trump. La Red de Investigación en Ciencias Sociales (SSRN, en inglés) publicó un ensayo señalando la responsabilidad del presidente estadounidense, a menudo criticado por su retórica antimigrante, en relación con el aumento de los crímenes de odio en EE UU. Los datos más recientes del Centro de Estudios sobre el Odio y el Extremismo (CSHE, por sus siglas en inglés) apuntan a que este tipo de crímenes aumentaron en un 9% en las 30 principales ciudades de EE UU en 2018. Dicho estudio resalta que en 2015 se registraron 1.618 crímenes de odio; 1.730 en 2016; 1.836 en 2017 y 2.009 en 2018. Además, las víctimas más comunes por delitos de odio denunciados a la Policía fueron afroamericanos, judíos y homosexuales, y en menor cantidad personas de origen hispano.
Precisamente este mes de agosto será recordado como uno de los más sangrientos de la historia reciente de EE UU, después de que dos matanzas dejaran más de una treintena de muertos y otro medio centenar de heridos. Con tan solo unas horas de diferencia, se producían dos tiroteos masivos durante el primer fin de semana del mes que hacían saltar todas las alarmas, en los que fueron calificados desde un principio como crímenes de odio e investigados como casos de “terrorismo doméstico” en el país.
El primero de ellos se producía en la zona fronteriza de El Paso, a tan solo 4 kilómetros de México, cuando un joven blanco de 21 años recién cumplidos condujo desde Dallas en su propio coche, una distancia de nueve horas ininterrumpidas al volante, armado con un fusil de asalto. La Policía logró detenerlo, pero no pudo evitar que el asaltante acabara con la vida de 22 personas, entre ellos cuatro menores de edad, y dejara otra treintena de heridos. Horas después se supo que había anunciado en un manuscrito su intención de "matar al mayor número de mexicanos posible”.
El segundo de los ataques se produjo apenas 13 horas más tarde, en una zona de ocio nocturno de la ciudad de Dayton, en Ohio. Otro joven blanco, de 24 años, mataba en un lapso 30 segundos a un total de 9 personas, entre las que se encontraba su propia hermana y el novio de ésta. El atacante fue abatido a tiros por la Policía en tiempo récord, que se encontraba en el mismo lugar de los hechos, evitando así que la catástrofe fuera aún mayor.
En EE UU se producen una media de 93 muertes al día por disparos. Y ya en lo que llevamos de 2019 se han producido más tiroteos masivos que días del año. No habían pasado ni 216 días cuando tenía lugar el ataque número 250 en el país, el de la matanza de El Paso, con un balance total desde enero de cerca de un millar de víctimas, 250 de ellas mortales.
Los tiroteos masivos no son hechos aislados, ni tampoco un recuerdo pasajero en EE UU. En octubre de 2017, un festival de música en Las Vegas se convertía en escenario de una de las mayores matanzas de la historia moderna del país, dejando un balance de 58 personas muertas y más de 500 heridas. Y apenas un año antes, un ataque xenófobo en un club nocturno de Orlando dejó otras 49 víctimas mortales. Cuatro de las diez masacres más mortíferas de los últimos años se han producido en Texas, uno de los Estados menos restrictivos con la regulación y el control de armas. Y donde, para comprar un rifle semiautomático, no se requiere control de antecedentes, entrenamiento ni límite de edad. Allí, las grandes cadenas de supermercados como Walmart, donde se produjo la reciente matanza de El Paso, no solo las vende, sino que además permite a sus clientes acceder al establecimiento cargando sus propias armas.
“Tengo 30 armas en casa, una para cada ocasión”, confiesa Rick, un ex militar jubilado al que le encantan las armas y dice en entrevista a LA RAZÓN que las necesita porque vive con su mujer en una casa aislada. “Tengo una pistola más pequeña para que ella pueda manejarla sin problema, otra para venir a practicar tiros con mis amigos ex militares, otra para ir de caza, otra para defenderme de ladrones que entren a robar en mi casa...", añade Rick sonriente y orgulloso. “Dos de ellas las llevo aquí mismo, conmigo”, señala tocando el maletín apoyado sobre la mesa.
Como él, otros miles de estadounidenses multiplican la media de posesión de armas en el país. Y es que adquirirlas es un proceso relativamente sencillo y barato, siempre y cuando el Estado donde se resida lo permita. En Washington, la capital, su venta no es legal, pero sí en Estados cercanos como Virginia, donde basta con mostrar la documentación para garantizar que el comprador es ciudadano estadounidense o tiene la residencia permanente, y no cuenta con antecedentes penales.
“Lleva tan solo unos pocos minutos hacer todo el papeleo para comprar un arma”, asegura el dependiente de una de las tiendas de armamento más concurridas de Virginia, situada a tan solo veinte minutos de la capital y localizada a pocos metros de un centro de tiro para practicar con ellas. Jerry se gasta 60 dólares al mes para tal fin. Una afición que, según comparte desde el otro lado del mostrador, le “ayuda a desestresarse”: dos cajas, 50 balas, 5 minutos.
Y es que comprar y portar armas tiene pocas restricciones en muchos Estados del país. No acercarse a cierta distancia de las escuelas y entrar en bares, pero sin consumir alcohol, por ejemplo, es la norma más generalizada. Normas que tampoco han evitado las matanzas más recientes. “Es esencial poder tener un arma para usarla contra un posible asaltante, incluso antes de que llegue la Policía, y así poder evitar un mal mayor”, afirma convencido Rick. Una mentalidad nada excepcional en el país de las armas de fuego en manos de personas comunes.
“No culpes al arma, culpa al individuo que la usa”, enfatiza el dependiente de la tienda armas de Virginia. Una opinión casi idéntica a la del presidente Donald Trump y que, con mucha probabilidad, se repetirá desde el lado republicano en campaña. “Son las personas que aprietan el gatillo, no el arma que aprieta el gatillo, por lo que tenemos un problema de salud mental muy, muy grande, y el Congreso está trabajando en varias cosas y lo estaré viendo”, dijo Trump tras las matanzas de este mes.
El autor de la masacre de El Paso había actuado para evitar la “invasión” de mexicanos que cruzan la frontera de EE UU en busca de un futuro mejor. Una palabra, “invasión”, que el propio Trump ha utilizado en al menos 32 ocasiones desde octubre del año pasado, haciendo alusión al cruce de la frontera de EEU UU por parte de mexicanos y centroamericanos, y de la que también se hizo eco el asaltante.
Y es que las alusiones racistas y los mensajes violentos con ideas extremistas han crecido al mismo ritmo que la tensión de quienes defienden sus propios intereses. Y promete seguir acrecentándose durante la ya iniciada campaña electoral por las presidenciales de 2020, en la que demócratas y republicanos ven aumentadas sus diferencias ideológicas, así como sus intereses políticos, de cara a obtener una mayor representación en las urnas. De todos los temas que hay sobre la mesa, el de la regulación de armas para evitar un mayor índice de tiroteos masivos y crímenes de odio será, sin duda, uno de los principales.
Los demócratas llevan tiempo denunciando la agresiva retórica del presidente hacia los inmigrantes que cruzan la frontera de México y sus recientes comentarios despectivos sobre congresistas de color. De hechos, la Cámara de Representantes, controlada por los demócratas, aprobó un proyecto de ley universal de verificación de antecedentes en febrero, pero la medida se paralizó en el Senado, liderado por los republicanos.
Mientras tanto, una encuesta del pasado mes de julio, elaborada por NPR/PBS NewsHour/Marist, reveló que el 89% de los estadounidenses considera una “buena idea” implementar verificaciones de antecedentes para la compra de armas, con una división partidaria casi inexistente: el 96% de los demócratas y el 84% de los republicanos.
Y Trump, quien después de este último episodio de violencia expresó su apoyo a restricciones de armas más estrictas, retrocedió ante la presión de uno de los "lobbies" más poderosos del país, con la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés) al frente, alegando estar “muy preocupado por la Segunda Enmienda” de la Constitución, que defiende el derecho de los estadounidenses a tenerlas.
Como anticipo a una posible catástrofe electoral pasando por alto el tema, Trump intentaba, hace apenas unas horas, demostrar avances en materia de regulación de armas, dando a conocer conversaciones en marcha con diversos implicados: “Estamos comprometidos por igual con dueños legítimos de armas, supervivientes, familiares de víctimas, fuerzas de la ley, NRA, profesionales de salud mental y oficiales de escuelas”, publicaba el presidente en Twitter, en su afán por tener a todos contentos. “Tengo la esperanza de que el Congreso se comprometa con mi equipo en aprobar una legislación significativa que hará una verdadera diferencia y, lo que es más importante, ¡salvar vidas”, añadía Trump.
Aunque, más que un cambio de normas, se necesita un cambio de mentalidad a estas alturas.
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