Opinión

Los conejos os harán libres

Las granjas son los nuevos campos de concentración. Alambrada animal que planea un Holocausto que nos llevará al fin del mundo. Comer carne conduce al Planeta a su destrucción masiva. La Listeria es solo un aviso. Para los llamados animalistas, un conejo, más bien una coneja, vale más que la vida del granjero que lo cría. Llegados a este punto, el suicidio colectivo rodeados de estiércol forma parte de un futuro no tan distópico. Empezaron despidiendo con vigilias a los cerdos y ahora continúan con la conejada. Hace dos días, los furtivos activistas liberaron a 16 conejas y causaron la muerte de otros cien, sus crías, que no tenían de dónde mamar, destrozados por el estrés de la orfandad. Es como salvar a la madre de Bamby y acabar con la vida del pobre cervatillo.

Son los daños colaterales de cualquier terrorismo. Solo que en este caso el absurdo es más acusado, no ya por la importancia de las víctimas, sino por la ignorancia de los asesinos. En Francia y en Inglaterra las autoridades han dado la voz de alarma. Aquí aún se toma a guasa. Cien conejos muertos merecerían un castigo por grave maltrato animal. Asesinarían a hombres por salvar a una gallina del deseo de un gallo.

La protesta ante el Museo del Jamón, bellísimo nombre, pasará a la agresión a quien deguste un chuletón en una terraza. Las cifras que enarbolan del porcentaje de gases de efecto invernadero que provoca la ganadería, un 51%, son del todo falsas. En realidad supone apenas un 3,9%. Y, sin embargo, estos guerrilleros de los corrales se la creen y la difunden con la ceguera de un predicador endiablado. El veganismo va camino de convertirse en una secta de vacas sin cencerro que pasta a sus anchas. Resulta que la rebelión en la granja que predecía Orwell era otra.