Opinión

Paisaje después del 10-N

La crisis económica destrozó el sistema de partidos vigente desde la Transición. La sublevación nacionalista dio la ocasión de reconstruirlo, aunque fuera –claro está– de otro modo. Lo justificaba la amenaza contra la unidad del país y la constatación de que los nacionalistas no podían ya seguir ejerciendo de bisagra. No fue así, sin embargo, y se frustró aquel momento, que dio lugar a hechos de alcance histórico como el discurso del Rey el 3 de octubre, la manifestación de Societat Civil Catalana y la llamada «España de los balcones». La sublevación de los nacionalistas, en vez de unir a los demás, produjo aún más desunión.

Ha habido diversas formas de intentar superarla. En la izquierda, el PSOE se ha empeñado en canibalizar a Unidas-Podemos, hasta el punto que ha forzado unas nuevas elecciones para conseguirlo. (Este es el fondo de la maniobra de Sánchez, y no una simple ampliación de la mayoría en el Congreso). Otra es la que está proponiendo el Partido Popular bajo el eslogan de «España suma». En sí, no es una mala idea, porque evidentemente la fragmentación perjudica a quien la padece. Otra cosa es que tenga alguna posibilidad de éxito ahora mismo.

Desgajado del PP, o habiendo atraído un electorado hasta entonces ajeno al sistema, VOX no va a aceptar ir de la mano de los populares. Incluso si las perspectivas fueran tan poco halagüeñas como pintan algunas encuestas (y a las que en VOX no prestan crédito), la organización se encuentra en plena fase de consolidación, justo en el momento en el que su prioridad es medirse con el resto, en particular con sus adversarios supuestamente más cercanos, y cuando todavía está elaborando su propio ideario, en ruptura con el consenso cultural vigente hasta ahora. En cuanto a Ciudadanos, que presume de un electorado (y un espíritu) más urbano, más joven, más liberal y progresista que el PP, no tiene el menor alicientes para unirse a este.

En estas condiciones, y salvo alianzas coyunturales como las que pueden propiciar alguna provincia pequeña o algún escaño en el Senado, no es adecuado tomarse en serio los proyectos de unidad. Mucho más interesante, en cambio, resultará ver cómo estos partidos enfrentan las improrrogables coaliciones que vendrán después del 10-N. Porque para entonces habrá llegado el momento definitivo de las coaliciones: para todos, también para el PSOE.