Opinión

Greta y el lado oscuro

En estos días de manifestaciones por el clima, Greta Thumberg es un nombre de los que difícilmente se nos puede olvidar, porque está en todas partes. Más allá del aspecto de esta adolescente, comprometida, a veces de ceño tan fruncido y mirada tan amenazante como para provocar pánico, asperger –como característica descriptiva inherente a algunos rasgos de su carácter– y de nacionalidad sueca, su discurso es, sin duda, el del siglo XXI. Según Greta va apuntando con el dedo a los culpables de que el planeta se vaya al garete a la velocidad del rayo y adquiriendo más poder y presencia, se empiezan a escuchar voces respecto a los demonios ocultos que respaldan su parlamento y sus apariciones. Para algunos, la muchacha tiene un lado peligrosamente oscuro, que podría estar a reventar de intereses de muchos poderosos. Ese mover las frágiles conciencias de los de los crédulos hombres y mujeres que, como yo, deseamos que alguien defienda este mundo nuestro tan maltratado por todos, al parecer, podría derivarle pingües beneficios a quién sabe quién y de ahí que se apoye tanto a Greta para que esté más en nuestras vidas que el pan de molde con aditivos y conservantes. Todo puede ser. Naturalmente. Pero aunque así fuera, ¿realmente no necesitamos la voz de una Greta Thunberg o de un Pepito Grillo para darnos cuenta de que no hay un planeta B? Si esta Pippi Calzaslargas contemporánea no es lo que parece lo sentiré mucho. Sin embargo, seguiré celebrando que, por una vez, los intereses de los malos se deriven de conseguir que alguien nos convenza de que un mundo sin plástico en los mares, ni humo en el aire es mejor y nos empuje a ayudar a conseguirlo.