Opinión

Los planes de Lisa y Gandalf

Si algún episodio nacional no ha traspasado el guión de Los Simpsons es que es mentira. Que el nombre en clave de Puigdemont en el sumario de los CDR sea Lisa revela hasta qué punto el drama catalán se enreda en una serie de dibujos animados. Sólo que en la serie de Groening hasta el más brutal eructo de Homer provoca la risa ante un bestia inofensivo. Puigdemont toca la guitarra y sueña con ser presidente de la república mientras Lisa, la hija del susodicho, aspira a liderar los Estados Unidos y domina el saxofón. Acordes y desacuerdos. Quim Torra se reserva un papel aún más desternillante, el de Gandalf, el mago de «El señor de los anillos», que lleva el garrote de los alcaldes y pelo de estropajo. Los especialistas en la saga de Tolkien debaten si es un ángel o un sabio de la Tierra Media, el relator entre los enanos, los elfos y demás habitantes de los Países Catalanes. Torra, además de un embustero que anima a incendiar las calles, y su compañero de Waterloo, tienen otro problema, y es que se estrecha el cerco para averiguar quiénes son los hombres clasificados X que se ocultan tras los CDR. Es la incógnita que debería quedar despejada antes del domingo. ¿Fueron o no fueron ellos los que orquestaron otro golpe de estado, esta vez sí y sin lugar a disquisiciones supremas, por la fuerza de las armas? ¿Cabe alguna duda a las autoridades británicas para no extraditar a la Ponsatí, tal vez travestida en la abuelita Paz? Y de ser así, ¿podría Torra pasar un día más como presidente de la Generalitat por mucho que esté legitimado por las urnas? Rivera se quedó corto con el adoquín, que en realidad era una baldosa. Tendría que haber sacado de su chistera un lanzallamas o una manguera, depende de dónde soplara el viento esa noche. El Govern está en manos de alguien que, según cuentan los interrogados radicales, planeaba encerrarse en el Parlament y montarse un Fort Apache en el día D, que el asunto va de película. Todo muy épico y muy punki, que es el camino que ha atravesado el independentismo desde la canción de Lluis Llach hasta la distorsión guitarrera. Los Sex Pistols de la política nacional le hacen un himno humeante al Rey y una peineta a los ciudadanos. El perfecto formato para el diálogo que pide esa izquierda complaciente, de Pablo Iglesias a Errejón, convertidos a su lado en María Ostiz. Un pueblo es, un pueblo es. Unos son tontos y otros se lo hacen o nos toman por tontos. Al cabo, los cortos de entendimiento son más peligrosos que los malvados.