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Opinión

Estrategia suma

La jugada estaba clara. Aprovechar la división de la derecha –el desgaste de Ciudadanos y el crecimiento post inhumación de Vox– para convocar nuevas elecciones y sumar una mayoría absoluta entre PSOE y Unidas Podemos. Pablo Iglesias, en caída libre y cuestionado por los suyos, no tenía más opción. Y Pedro Sánchez, engañado por Iván Redondo y por el CIS, se preparaba para presidir un gobierno ya sin oposición.

Pero los 150 escaños se esfumaron y, casi con nocturnidad y alevosía tuvo que perpetrarse el llamado gobierno progresista. Pero esa amalgama no puede funcionar. Es una nueva huida hacia delante. La última de Pablo Iglesias y la penúltima de Sánchez.

Alberto Núñez Feijóo, que sabe de estrategias y de meigas, salió de Génova ya proponiendo una abstención de investidura para que Sánchez no se echara en brazos de Podemos.

No sabía que en ese mismo momento, el abrazo con palmadas incluidas se estaba filmando a pocos metros de allí. Le hubiera quedado al Partido Popular el gesto –muy patriótico– de anunciar una abstención en la investidura a condición de un gobierno en minoría del PSOE y pactar unos nuevos presupuestos.

Y eso a costa de que Vox pusiera el grito en el cielo y siguiera quitándoles votos. Pero ni eso. Se les ocurrió que lo mejor era pedir la cabeza de Sánchez a sabiendas de que eso nunca, nunca, nunca podría ocurrir. Y así el que vino fue Pablo Iglesias también. ¿Qué queda ahora? Esperar a que este abrazo letal que dieron el martes fracase.

Y mientras tanto hacer como Cayetana Álvarez de Toledo en Cataluña. Volver a España Suma –esta vez con Manuel Valls de candidato allí– para trincar los nueve escaños que hubieran conseguido PP y Ciudadanos si hubieran concurrido juntos a las elecciones generales: seis en Barcelona y otro en cada una de las tres provincias. ¡Tercera fuerza en escaños! Sin contar con Vox.

Y es que la estrategia se hace necesaria cuando te enfrentas a contrincantes que tienen las cartas marcadas.

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