Opinión
Vaselina suprema
Todo es susceptible de empeorar. La sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, que cree que debió concederse la inmunidad a Oriol Junqueras, no es un varapalo al Supremo, que también, sino al sentido común, según lo vemos algunos a este lado de los Pirineos donde aún manda, por lo que se ve, el duque de Alba, la leyenda negra y el demonio del franquismo arrastrando cadenas de infamia. Hay argumentos que la razón no entiende por muy fundamentadas que estén en la jurisprudencia continental. Expliquen lo inexplicable en la barra de un bar y le invitan a una caña si un parroquiano lo descifra. Con todo, vienen curvas peores que la de ver, si el destino jurídico así lo marca, a Puigdemont pasearse por Barcelona. Los brazos abiertos de Carmen Calvo como un Cristo redentor en vísperas de recibir al mártir Junqueras esboza una imagen escalofriante para la que la Justicia es un apéndice de los acuerdos de investidura, un complemento de vestuario a juego con el «look» que cambia cada semana como los jerseys de Zara. Cambiemos lo que haya que cambiar para que el presidente interino se corone aunque con la treta de echar la culpa al anterior Ejecutivo de todos los males de esta tierra. Y sin preguntas, por favor. El PSOE votó la aplicación del artículo 155 y ahora reedita el diccionario independentista con la idea de devolver los «problemas políticos al terreno de la política». Por qué hablamos de amor cuando queremos decir sexo, me pregunto. Será la vaselina.
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