Opinión

Gracias, guapo

Sigue ahí, en el semáforo que te conté, de camino a casa. Llueva, nieve o granice, te lo encuentras a cualquier hora, desprotegido, solo en medio del tráfico (¿dónde dormirá?). Te sonríe desde el corazón cuando se detiene a la altura de tu coche, pidiendo limosna. Te sonríe de ese modo a ti y a los demás conductores, esa es su grandeza. Debe de rondar los setenta y muchos. Podría ser de la quinta de mi padre, fácilmente. O mayor.
Luce una mirada de abuelo entrañable. Con su periódico en una mano y con la otra extendida, por lo que pueda recibir, se acerca con prudencia a las ventanillas. Nunca te dedicará un mal gesto si le das calabazas. Tienes asegurado un "gracias, guapa" por respuesta. Yo creo que ya nos reconocemos ambos, a lo lejos. Cuando me mudé a Madrid, hace unos meses, me vi abocada a hacer con el coche otra ruta, su ruta. Al principio, él me resultaba indiferente. En una ocasión me percaté de lo amable y risueño que parecía. Otro día casi le atropellan (“¿por qué estará siempre tan contento?”, recuerdo que pensé). Con el paso del tiempo, empecé a darle monedas sueltas. Y más adelante, me propuse llevar siempre algunos euros en la guantera del coche, para estar prevenida ante el semáforo en rojo, en su presencia. Ahora me preocupo cada vez que no le veo a la altura de ese punto concreto (¿se habrá puesto enfermo o le habrá atropellado un coche?) y, sorprendida, caigo en la cuenta de que aprecio a ese hombre del que nada sé. Le aprecio desde mi mundo nunca verbalizado y me pregunto si, al menos, tendrá una familia que llevarse a la boca. ¿Cómo pasará estas navidades?
El otro día, tras la liturgia de las monedas sobre su mano, me animé a preguntarle cómo se llamaba y creo que no me comprendió. Volvió a contestarme con su genuino "gracias, guapa" (“debe de ser rumano”, me dije). Habría querido presentarme, preguntarle por su vida. Habría querido sacarle un rato de aquella ratonera, invitarle a comer, comprarle un abrigo decente..., pero el semáforo volvió al verde y los demás coches, a protestarme.  Tuve que arrancar. Él me dijo adiós con su sonrisa. Me arropó en mi soledad. Gracias, guapo.