Opinión
Arancha, eso no se toca
Salvada alguna excepción como la afrenta con mentalidad asamblearia de instituto por parte de ZP a los Estados Unidos, de la que el propio ex presidente no dejo de arrepentirse cada minuto de cada día durante sus dos mandatos, la política exterior ha venido siendo uno de los pocos asuntos rescatados del zarandeo propio de los vaivenes en la alternancia de poder entre populares y socialistas, habituados durante décadas, en un sublime ejercicio de miopía política y escasa altura de miras, a dinamitar las bases sentadas por el Gobierno saliente en alguno de los llamados temas de Estado, ya fuera una legislación sobre educación, un plan hidrológico nacional o cualquier asunto objeto de sospecha bajo la lupa partidista. La línea troncal en el área de la diplomacia, casi siempre se ha mantenido ajena al color político del ejecutivo de turno y tal vez por ello hoy comience a hacerse más evidente alguna derivada fruto de la coalición de gobierno «progresista» con quienes no se han caracterizado precisamente por abrazar los valores que se contraponen a regímenes populistas bolivarianos como el de Venezuela o directamente comunistas como el cubano.
La nueva ministra de Exteriores Arancha González, con talla acreditada de entrada para el cargo tiene todo un miura por lidiar que no es otro más que el de mantener un hilo argumental de coherencia con el club de socios occidentales y aliados a quienes nos debemos. Los primeros pases no parecen sin embargo convencer. Más bien arrojan tintes a todas luces inquietantes, visto –y excluiremos el grave giro de timón que frena la ofensiva didáctica exterior contra el secesionismo catalán– el posicionamiento frente al régimen del sátrapa Maduro que ha evidenciado este fin de semana a un Pedro Sánchez más inclinado al baño de éxito con los de la «zeja» que a reunirse con el presidente encargado de Venezuela Juan Guaido y a un socio-vicepresidente Iglesias referirse a este como un «importante miembro de la oposición en su país», por no hablar del «misterioso» encuentro de avión entre el ministro y número dos del PSOE José Luis Ábalos con la vicepresidenta de Maduro, solventado para variar con la recurrente huida hacia adelante cargando sobre una oposición –«la derecha siniestra»– tan estupefacta como la prensa.
Tampoco sobraría en estos primeros compases de legislatura una mayor firmeza frente a las periódicas ínfulas de tradicionales «vecinos amigos» que, como en el caso de Marruecos y su decisión parlamentaria de ampliar la posesión de aguas hasta Canarias creen contemplar a un Estado español no precisamente en su mejor momento de fortaleza. El comunicado del gobierno autonómico canario frente a un órdago de este calado no está de más, pero la interlocución y toma de posición enérgica en según qué temas a quien corresponde es al Gobierno del Estado. Todo un primer cúmulo de papelones para la ministra González Laya, probablemente más consciente hoy que nunca de lo muy nocivo que supone en política exterior el síndrome Jekyll-Hyde. Ergo, salvo que pretendamos cambiar de bando, en este negociado la columna vertebral no se toca.
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