Opinión

Chernóbil estaba en Zaldibar

El PNV es el partido de los señoritos elegantes y de los garrulos posmodernos. En su afán monástico es tanto Sor Perdida como Sor rata del callejón, siguiendo la abstracción almodovariana de las monjas y sus pellizcos. Ricos ilustrados que siembran el País Vasco de paisajes idílicos, calles pintadas los domingos por los niños bajo las que discurren ríos de sangre que no desembocan. Todo es muy de arrebatada contemporaneidad, tan ilusa como embustera, al estilo sueco, con su Olof Palme y su Stieg Larsson y los hombres que no amaban las mujeres, o sea, toda esa mugre regada por buen vino, decorada con arte moderno y saciada de asador. Digo lo que el PNV vende. Hasta les benefició el humor, esa lotería que es muy de la Mancha pero donde nunca toca, y ahí llegaron ocho apellidos vascos, arriba y abajo y otras manos de cal que ayudamos a dar los andaluces, siempre tan solícitos, más de Los Morancos que de Malcom X. Al PNV casi nunca le estropea el flequillo un escándalo, tienen la corrupción extendida como una psoriasis bíblica pero apenas unos cuantos roncos lo denuncian, al cabo son hegemónicos y necesarios, como los parásitos coreanos que se han llevado el Oscar, ricos y de pocos escrúpulos. No es de extrañar, pues, que el caso de Zaldibar haya estado entre paréntesis, que en la Galicia de Feijóo hubiera provocado un «Nunca mais» o. «Váyase al carallo», y hemos tenido que esperar tantos días que ya apenas la tierra se acuerda de los sepultados, para que Urkullu empiece a sentir el aliento de la conciencia ajena, porque de tener una propia habría actuado antes. La Nación autodeterminante tiene a dos paisanos desaparecidos y un peligroso vertedero al aire con la vecinos al pairo como rehenes de la Alemania de la Stasi. El Gobierno no se atreve, pues, como diría Carmen Calvo, ¿a quién le importa Zaldibar cuando el debate nacional es si una ministra fue o no cajera y que en caso de haberlo sido, si cursó su experiencia en un supermercado o en una tienda de electrónica? Así que tenemos una negligencia y una gestión de la crisis como para que dimitan tres batallones y luego que haga una película de fotografía sensible, tipo «Lo que arde», y lo que sale es un lendakari que, creyéndose emperador de España,se queda en gusana, cebo para pescado, vergonzante cupo de gobernante inepto al que jamás empujarán al precipicio por ser el señor del PNV. Que el Dios de sus parroquias le perdone.