Opinión
Las costuras del feminismo
Se veían venir, al movimiento feminista en España se le están reventando de manera preocupante algunas costuras. Abducido por la izquierda en un proceso de ideologización sin precedentes sobre algo tan históricamente transversal como es la lucha de las mujeres por la igualdad, ya no dispone de la excusa que suponía un Partido Popular en el poder que sirva como gran excusa a la hora de establecer la torticera distinción entre «buenos y malos», los primeros las fuerzas progresistas que supuestamente defienden más y mejor a las mujeres y los segundos, ya saben, esos retrógrados de las derechas que parecen tener una insensible piel ante la violencia de género, los LGTBI y la igualdad entre sexos.
A cuatro días del «8-M», con una ministra de Igualdad de por medio, podemita para más señas y con el grado de compromiso que obliga con el asunto a un gobierno de coalición progresista, ahora resulta que ni todo son muchas voces con una misma palabra, ni una armónica unidad de criterios dentro del movimiento feminista. Las tensiones van a marcar los prolegómenos de la «fiesta», de entrada a cuenta de la desconfianza que la ministra Irene Montero despierta en no pocos sectores desasosegados ante algunos síntomas como las leyes «trans» que pretenden agilizarse a pesar del trasfondo «transfóbico» que según algunos empaña al feminismo clásico. Si añadimos la pretensión de Montero de promover cambios en el Código Civil para cambiar términos como «madre» por «persona gestante», el cóctel no se perfila como el más refinado añadiéndose elementos como es la expulsión del partido feminista liderado por Lidia falcón de la Izquierda Unida a cuento de la regulación de derechos de las personas transgénero.
Lo que realmente subyace es una guerra interna en el seno del feminismo –aflorada ahora a la superficie sin un gobierno de la derecha al que responsabilizar de la «muerte de Manolete»– en la que difícilmente cohabitan los favorables a las minorías sexuales y quienes sitúan la reivindicación prioritariamente en el plano de la superación de obstáculos, la brecha salarial, la violencia de genero y las formulas de conciliación en el ámbito familiar. Todo un elenco nada menor, para el que ya no cuelan ni las alharacas asamblearias de hace dos años, ni los postureos de tartas de cumpleaños, ni nombramientos de asesoras solo mujeres. El «8-M» llega este año más raro, más pendiente de las expectativas que emanan de la oficialidad de un Gobierno que se autoproclama feminista y además llega en día festivo. Una pena no poder contemplar a algunas líderes de opinión no precisamente de salario mínimo marcando la pauta a las más comunes entre las mortales. Demasiadas prisas en legislar para la galería y demasiadas costuras saltando. Gobernar para todos y todas es algo más que una performance.
✕
Accede a tu cuenta para comentar