Opinión

Derecha cainita

Las matemáticas suelen ser tozudas y cuando el señor D’Hont anda de por medio pesan como la gravedad de un agujero negro. Ejemplos hay para dar y tomar, alguno especialmente ejemplar por sangrante e indicativo como aquella todavía reciente cita autonómica con las urnas de 2015 en Castilla la Mancha que arrojaba una victoria casi aplastante del PP, a la que le sobró el «casi» por quedar fuera de toda opción de gobierno tras un quítame allá mil escasos votos que habrían supuesto el escaño de la mayoría absoluta. Ciudadanos, la otra opción de centro derecha, consiguió nada menos que cincuenta mil en toda la región… y cero escaños. El resultado fueron decenas de miles de votos que en términos de acceso al Parlamento no sirvieron para nada, por no decir que acabaron en la papelera y la izquierda con García-Page a la cabeza regresando al poder. Así se escribió esa historia. Y como en política suele tropezarse más de una y de dos veces con la misma piedra, las elecciones autonómicas que el 5 de abril decidirán el futuro de Galicia podrían acabar teniendo una significativa analogía con casos como el que acabo de citar. No es solo Galicia quien se juega su «ser o no ser» en la cita del domingo de ramos, sino toda España, por la sencilla y nada menor razón de representar a día de hoy el principal estandarte de gobierno sólido y continuado en una comunidad histórica, clave para la izquierda y el nacionalismo radical en su obsesión por cerrar el círculo de su nueva concepción territorial, cercano a todo excepto a la lealtad constitucional. Hablamos por lo tanto de un territorio en el que supuestamente solo una opción, la representada por Núñez Feijóo con todos sus «peros» que no son pocos supone la garantía inequívoca de defensa de la Carta Magna y de los valores que encarna eso que algunos llaman régimen del 78. Todas las encuestas que hemos conocido hasta hoy, incluida la publicada recientemente por este periódico coinciden en que el PP de Feijóo conseguiría por cuarta vez consecutiva la mayoría absoluta imprescindible para seguir gobernando, todas coinciden también en que esa mayoría pede depender de un puñado de votos y ninguna niega la posibilidad de que los populares –que no la totalidad de la derecha– aún doblando en escaños a la segunda fuerza que sería el PSOE pueden correr la misma suerte que en otros muchos territorios tiempo atrás, ganar pero no gobernar. Más allá incluso que el propio líder nacional, Pablo Casado, el presidente gallego pretende aparecer como la gran esperanza blanca del centro derecha, con proyección desde Galicia hacia todo el resto de España y tal vez por ello se haga mucho más patente el nerviosismo en el seno del PP. Si VOX y Ciudadanos consiguen sobrepasan el 3% de sufragios, uno, seguirían sin obtener escaño y dos, se daría al traste con la mayoría absoluta de Feijóo abriendo paso a un gobierno de progreso a la gallega. Ergo, señor candidato popular a la Xunta, apriétese los machos.