Opinión

Lo que le faltó a Warren

Warren Sánchez, el hombre que tiene todas las respuestas, disfrutó ayer del torbellino antiliberal que toda crisis brinda a los enemigos de la libertad. Y repitió que ahí está el Estado para hacer lo que haga falta, cuando haga falta y donde haga falta. Sólo le faltó aclarar cuánto le va a faltar a usted, señora, cuando él termine de protegerla. Los antiliberales, al ver al Estado ocupar el escenario, han tomado lo contingente por lo necesario, y se han preguntado retóricamente: ¿no veis que no podemos vivir sin el Estado? ¿no veis que quien protege de verdad es el Estado y no el mercado? ¿dónde están los liberales? Y así siguiendo. El virus expiatorio brilló en todo su esplendor y Warren, consciente de la potencialidad antiliberal de una epidemia, que solo puede superar una guerra, la aprovechó. De hecho, empleó con destreza la retórica bélica, como hacen hoy todos los políticos: la lucha contra el virus, todos juntos lo vamos a derrotar, etc. Incluso se dirigió directamente a los niños, un clásico del paternalismo político. Nada malo de lo que nos pasa o nos puede pasar fue o será responsabilidad de su Gobierno, de sus medidas antiliberales anteriores y ulteriores. Calificó la situación de «sobrevenida»: lo malo es exógeno, pero lo bueno vendrá del Estado, del Gobierno, de Warren. Todo lo bueno se lo deberemos a Warren, porque él sostendrá el escudo. Empleó varias veces esta metáfora épica: el escudo. Él lo sostendrá, porque es un escudo «que solo pueden forjar los poderes públicos». Solo ellos. Solo él. Y explotó la retórica demagógica: va a protegernos a todos, a empresas, a familias, va a frenar la caída de la producción y del empleo, va a relanzar la economía –en V, señora, no en L– con «medidas contundentes», con «la mayor movilización de recursos de nuestra historia democrática». Porque, nadie, lo repitió varias veces, «nadie va a quedar atrás» y, especialmente, las «personas vulnerables», que son su especial preocupación, porque es muy sensible. Nadie será desahuciado, ni despedido, ni abandonado. Ninguna empresa se hundirá. Ningún autónomo. Si hay deudas, no se pagarán. Y no pasará nada. Todo estará garantizado. El coro habitual recurrirá al viejo truco de que no es posible la libertad. Pero siempre es posible, igual que siempre es posible preguntarse si en toda la retahíla de propuestas de Warren Sánchez no faltaba algo. Pues claro que faltaba. Faltaba un respeto a quien va a pagar la cuenta. Y sobre eso sólo hubo un acto fallido de Warren, cuando en lugar de hablar de recursos públicos habló de «recursos propios». Eso es lo que faltó, a saber, reconocer que considera que los recursos de usted, señora, los considera él propios. Ánimo.