Opinión

A hostias por la paz

“El Tribunal Superior de Justicia de Madrid condena sin pruebas a Isa Serra por manifestarse pacíficamente para intentar parar el desahucio de una persona con discapacidad”.

Lo dice Pablo Echenique, secretario de Organización de UP y miembro del Congreso de los Diputados, literal. Palabra por palabra. Y si alguien con esa responsabilidad política lo dice, será verdad.

Según la ministra de Igualdad, y cito textual otra vez, ayudó a parar un desahucio de una persona con discapacidad. Actuó en defensa de los Derechos Humanos y del Art. 47 de la Constitución. Y según el vicepresidente segundo del Gobierno de España, yo sigo, ha sido por protestar por un desahucio vergonzoso y le invade por ello una enorme sensación de injusticia. A un vicepresidente.

Si al vicepresidente le invade una “enorme sensación de injusticia” (sic) a mí, ciudadanita rasa, de infantería nomás, lo hace un inabarcable desasosiego. ¿Cómo es posible que en un Estado de Derecho, por muy confinado que esté el pueblo, se condene sin pruebas y por defender los Derechos Humanos y la Constitución? ¿Cómo puede ser eso delito? ¿Cómo puede estar ocurriendo, sin ser nosotros Corea del Norte ni nada de eso? ¿Será esto la desafección por las instituciones? ¿Me estará dando un estrés social?

Mientras con una mano llamo al centro de salud para que me receten benzodiacepinas -yo las decepciones las gestiono fatal, por más que me repita epicúreamente que son responsabilidad mía, no de los demás, y de mis propias expectativas-, con la otra abro todos los periódicos en el portátil en busca de información al respecto. Si estamos ante la debacle de nuestras garantías procesales necesito saberlo ya, sin paños calientes.

Vale, párenmelo todo. Falsa alarma. Desactivando DEFCON 2.

Que no la han condenado a 23 meses de prisión por intentar frenar un desahucio, delito cuya existencia en nuestro Codigo Penal desconocía. La condena es por atentado a la autoridad, lesiones leves y daños. Lo cual casa con dificultad con el concepto “manifestarse pacíficamente” desde mi particular punto de vista. Como grupo organizado les aconsejo, si me lo permiten, el oximorónico nombre de “a hostias por la paz”.

Consideran los jueces acreditado, les cuento, que la diputada por UP en la Asamblea regional profirió insultos, increpó y acosó a los agentes, formando parte de un grupo que, incluso, lanzó objetos que alcanzaron e hirieron a dos policías municipales. Pacífico, pacífico (tengo una amiga que sostiene que los calificativos repetidos dos veces son mucho más enfáticos) no parecía el acto. Más bien rayano en lo vandálico y delictivo, como así parece haber sido probado en sede judicial. Se basan para dictar sentencia en las declaraciones de los agentes y en los informes periciales aportados.

Me pregunto qué ha sido del “yo te creo, hermana” y de aquello de que a una mujer hay que creerla sí o sí que nos contaba Carmen Calvo, al tiempo que nos recordaba que el feminismo no es de todas, pasándose por el Arco de Septimio Severo la presunción de inocencia. A ver si este juicio carece de perspectiva de género y eso sí que no. Vuelvo a teclear el número de emergencias -nota mental: memorizarlo en marcación rápida- mientras trato de informarme al respecto.

Un segundo. Descansen armas.

Aquí hay dos agentes (agentas) de la policía que aseguran haber recibido por parte de Isa Serra los siguientes insultos (cito literal otra vez, que saben ustedes, Robocop y mi madre que yo no soy de decir tacos): “eres cocainómana, mala madre, hija de puta” a una y “puta, zorra, que te follas a todos los policías municipales, si fuera tu hijo tendría que coger un arma y pegarte un tiro” a la otra. ¡Virgen Santa, qué boca! ¡Y qué denuestos tan poco feministas e inclusivos, pardiez!

Lo bueno es que ahora se entiende mejor la película. Desde la perspectiva de género, el testimonio de dos mujeres ganan frente al de una. Eso es de primero de aritmética elemental. Otra cosa es que hubiese sido Isa Serra mujer y racializada. Ahí la cosa empata. O racializada y, además, perteneciente a una minoría discriminada por religión u orientación sexual. Ahí gana. Con algún tipo de minusvalía, ya es goleada.

Inciso: me pierdo en los eufemismos. Nunca sé cuál es el adecuado y mi mente divaga buscando exactamente el menos ofensivo en este momento. ¿Minusvalía es mejor o peor que deficiencia? ¿Deficiencia es mejor que discapacidad? ¿O es mejor discapacidad? Me atoro.

Ojo -fin del inciso- que aquí el vicepresidente ha estado vivo y ha introducido la ideología como factor de discriminación al declarar que, mientras a ella la condenan, “corruptos muy poderosos quedan impunes gracias a sus privilegios y contactos”. Buen punto. Irresponsable para alguien con tan alto cargo público, sí, pero bien jugado desde el punto de vista del activismo universitario y la lucha pancartera. Empate técnico, pues: testimonio de dos mujeres heterosexuales alienadas por el patriarcado vs. testimonio de una mujer heterosexual en lucha contra la casta.

¿Qué nos queda entonces? Pues el testimonio de once policías nacionales, grabaciones y fotografías de los hechos que no concuerdan con las declaraciones de los testigos de la defensa (que han sido consideradas parciales e interesadas al minimizar los hechos en contradicicción con las pruebas gráficas presentadas) y de la propia acusada (que tenía derecho a no declarar contra sí misma), partes de lesiones e informes periciales de daños. Casi nada.

Bueno, pues parece que nuestra justicia funciona, que no ha sido una sentencia arbitraria, que no se ha habido anomalía. ¿Por qué entonces no estoy más tranquila?

¿Será porque algunos miembros del Gobierno parecen no estar muy por la labor de respetar la separación de poderes? ¿Porque componentes del Poder Ejecutivo han insinuado de manera pública que el Poder Judicial es prevaricador y adolece de falta de imparcialidad? ¿Por su manifiesta irresponsabilidad y ausencia de sentido democrático? ¡Mis sales!

La vida es eso que pasa entre disgusto y disgusto.