Opinión

Hazañas económicas progresistas

Tres figuras inequívocamente progresistas han lanzado mensajes económicos con destreza política, y fueron injustamente despellejadas.

Paulita Naródnika afirmó que «hay un consenso social» en que es necesario un «impuesto a grandes fortunas», que los ricos pagarán entusiastas por «patriotismo fiscal». La acusaron de engañar con lo del consenso, porque nunca hay consenso para pagar más impuestos, sino solo para que se los suban a los demás; y con lo del patriotismo, porque los impuestos no reflejan el amor a la patria sino la coacción del Estado.

También mintió Paulita diciendo que en España hay «mucho margen» para subir los impuestos, dado que en la UE pagan más. Es un argumento lógicamente absurdo, y empíricamente falso, porque ignora las cotizaciones sociales.

Pero la clave del asunto es que desvía la atención hacia el daño que infligirán los progresistas a la gente en términos de paro e impuestos. Mientras nos perdemos en la hojarasca sobre quién es rico, van a crujir a millones de trabajadoras: su empobrecimiento es lo que Paulita pretende ocultar.

La ministra de Poco Consumo, Tita Cortejo, culpó al turismo de ser «precario, estacional y con bajo valor añadido». Tronaron los empresarios del sector, pidiendo su dimisión, y lamentando que «se pronuncie con tanto desprecio sobre el turismo español». Se equivocaron los empresarios. Si van a pedir la dimisión de cualquier jerarca de la izquierda que desprecie a las trabajadoras, no va a quedar ninguno, porque dicho desdén es una de sus señas de identidad. Y, además, la maniobra de Tita fue inteligente: cuando se dispare el desempleo en el sector turístico, argumentará que ella ya lo dijo, y que el paro es culpa de los malvados empresarios.

El ministro de Poco Trabajo, Tongolele Jours, indignó a los agricultores lanzando una campaña que pretende indagar sobre abusos en el campo, e incluso, agárrese usted, «esclavitud». La patronal agraria, Asaja, montó en cólera y reclamó a Warren Sánchez que cesara al ministro, alegando que su diagnóstico «no tiene nada que ver con la realidad actual del campo español». Por supuesto que no tiene nada que ver, y por supuesto que todo brota del sectarismo ideológico y el desconocimiento. Pero el astuto Tongolele desvió el foco de la atención lejos del escarnio de un ministro que presidirá un gigantesco castigo a las trabajadoras en términos de desocupación. Cualquier cosa que aparte la vista del paro es bueno para el convento progresista.

Por fin, los camaradas comunistas de IU en Andalucía exigieron que se investiguen «prácticas esclavistas». Fue una osadía, porque igual a alguien se le ocurre investigar la práctica de la esclavitud, abolida por los capitalistas en el siglo XIX, y reestablecida por los anticapitalistas en el siglo XX.