Opinión
Kichi, estás gordo
El alcalde de Cádiz ha hecho de sí mismo una chirigota. Hasta aquí nada nuevo. Ha salido del confimamiento más vistoso que Falete después de una potajá, aunque, a decir de su madre, es «que todo lo tiene gordo», que para eso lo estuvo bañando hasta casi antes del estado de alarma. El hombre enjuto se ha convertido en orondo mástil de la nueva normalidad. Lo gordo no ha pasado, es lo que está por venir. Entró una culebra y salió una vaca con cencerro, un Botero de la Caleta. El ahora abultado regidor, en vez de reíse de su nuevo estado de buena esperanza, se nos ha puesto serio, podemita al cabo, que por mucho carnaval tienen la gracia donde el mejor escrito de Quevedo dirigido a Juana Mucha, montón de carne, gorda por arrobas. A los que le recuerdan que se le ha olvidado que son fechas de operación biquini, les dice que estamos ante un episodio de «gordofobia». No lo expresó en un ataque de ira, no. Le «estuvo dando vueltas» mientras florecía la metamorfosis en una ciudad donde «gordi» es cualquiera que pase dos tardes con la misma dama, y el insulto una forma de decir que se te quiere. Así que a Cádiz le ha tocado un gordo pesado, de los que dan la murga. Tamara Falcó también paso su épooca «curvy» y ahora es marquesa canina de Griñón. Kichi, especialista mantecoso en engrosar la desgracia ajena en beneficio propio, se crece a lo ancho cuando el michelín se pule en casa. El nuevo régimen era, según le dicen, hartarse de phoskitos, aunque él vea otro motivo de odio. La política es el arte de inventar una teoría para hacer del líder una estatua. ¿Cómo se le llama a un gordo? El gordófobo, siguiendo su expresión grasienta y corpulenta, va a ser él.
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