Opinión

No hay fondos europeos sin reformas

El fracaso de Pedro Sánchez en su pugna por situar a Nadia Calviño al frente del Eurogrupo ha evidenciado que, pese a los méritos propios de la candidata, sirve de poco pertenecer a la familia socialista o a la de los populares europeos cuando lo que se dirime son asuntos económicos. Ni siquiera recibir el apoyo del eje franco-alemán, como así sucedió. Ha quedado claro que, además, cuentan los llamados países frugales, aunque las cuatro economías de la Unión Europea –Italia y España entre ellas– sumen el 80% de PIB de la zona euro. Tras el revés del Eurogrupo, Sánchez ha comprobado que no hay valor más sólido en Bruselas que ser respetado como una economía ajustada al gasto, cumplidor de los acuerdos pactados y responsable en el presupuesto. Ante la decisiva reunión del Consejo Europeo de mañana, en la que se decidirá el plan de recuperación y los presupuestos para los próximos siete años, el presidente del Gobierno ha querido explicar su posición precisamente ante dos estados frugales.

El primer ministro holandés Mark Rutte, quien desbarató los planes de llevar a Calviño a la presidencia de los ministros de Economía de la UE y quien representa ahora la ortodoxia sobre cómo repartirse las ayudas a la reconstrucción, ha marcado posición: «Sin reformas, no habrá ayudas». O, por lo menos, no a fondo perdido, que es lo que Sánchez ha puesto encima de la mesa. Rutte es liberal y conservador. Pero ayer fue el primer ministro sueco, Stefan Löfven, socialdemócrata, quien explicó cómo debían ser las ayudas para Madrid y Roma: en forma de crédito a devolver. No hay que olvidar que estos fondos consisten en un total de 750.000 millones de euros, de los cuales 250.000 millones serán en concepto de préstamo que cada Estado deberá devolver y otros 500.000 a fondo perdido. Los 140.000 que Sánchez se propone conseguir no saldrán gratis y será Rutte quién ponga las condiciones y lo haga para que le entienda el «camionero holandés». Todos, tampoco se olvide, están haciendo política. Es decir, dar dinero pero con el cumplimiento de unas reformas. A estas alturas, Sánchez ha comprendido que el fiasco de Calviño en el Eurogrupo se inscribe dentro la misma batalla por el reparto del fondo de recuperación y sus condiciones, y si la mejor carta de presentación de la candidata era ser precisamente la representante de uno de los países más necesitados de estos fondos, no tendrá más salida que aceptar las condiciones, aunque éstas desbaraten sus planes políticos de seguir con una coalición basada en el gasto y en la que uno de los partidos practica un populismo antieuropeista (defensor de la liquidación de «este euro» y de condonar la deuda). El sistema de control no necesitará de «hombres de negro», sino de la aprobación previa por mayoría cualificada de los estados de cuáles serán los planes de cada país para abordar sus reformas en la transformación digital y verde. Pero hay un problema de política doméstica que no se le escapa a Bruselas: Iglesias es el vicepresidente segundo del Gobierno y ministro de Derechos Sociales y Agenda 2030. ¿Realmente alguien cree que ese es ahora su objetivo prioritario, la descarbonización de nuestro país tal y como pide la UE?

No era exagerado decir que la pandemia del coronavirus obligaba a Europa a una respuesta histórica si quería asegurar su cohesión, pues al foco franco-alemán se suman los frugales, los de Visegrado que no aceptan un sentido democrático liberal, la nueva Liga Hanseática de los países bálticos, el conflicto Norte-Sur y, ahora, un disparidad importante en materia fiscal, una de las razones que subyacen en la elección del irlandés Paschal Donohue. Una fiscalidad «suave» que ayer tuvo un capítulo importante: el Tribunal General de UE ha anulado el dictamen de la CE que obligaba a Apple a pagar a Irlanda 13.000 millones de euros en impuestos no pagados en otros países. Una decisión, recurrible, que es un frenazo para la lucha contra los paraísos fiscales, también en Europa.