Opinión

Los Pujolets

Pues claro, pues claro que se enriquecían todos ellos y lo sabíamos. ¿O acaso no lo contaban una y otra vez los empresarios más diversos, siempre en privado? En Cataluña había que pagar para afincarse. El 30, el 40 o el 50, lo que mandase el jefe Pujol. Porque lo que pretenden todos estos que quieren quitar el mando general y ponerse ellos, es hacerse ricos. Crearse una finquita donde gestionar a gusto propio. Es siempre la misma historia. ¿Por qué son republicanos los republicanos de nuevo cuño? Para que sus hijos puedan ser reyes. ¿Por qué critican las fincas ajenas? Para ponerse las suyas en Galapagar. ¿Por qué les molestan las queridas ajenas? Para aupar las propias. Arrieritos somos todos…

Los pujoles son la institución por excelencia de Cataluña. Gente fanática, como denunció Josep Tarradellas –cosa que poca gente sabe, pero que consta por escrito en una carta publicada– cuando advirtió que le sucedía en la Generalitat un sujeto que no amaba a España y pensaba desgarrarla. Durante años los hemos visto merodear por los juzgados con éxito y nos hacíamos cruces ¿qué sabrán, qué sabrán que nadie les mete mano? Ahora, claro, salta la liebre. Que robaban a manos llenas. Que la «madre superiora» y el «capellán», Jordi Pujol Ferrusola, y su santidad, el papá, se ponían las botas. A nadie del mundo independentista le ha importado un comino que robasen, siempre y cuando no les robasen a ellos. El juez establece que la familia Pujol sometía a comisiones ilegales a tirios y troyanos y que, a cambio, administraba como un chiringuito las prebendas de la Generalitat, desde contratos públicos a adjudicaciones de terrenos, pasando por cursos oficiales o concesiones. A veces, ni siquiera mediaba contraprestación inmediata, era un soborno a futuro, un pago en señal de pleitesía y obediencia, al modo medieval. «La confabulación y la organización se extienden hasta el día de hoy», escribe el magistrado José de la Mata.

No me gusta que se siente a los viejos en el banquillo. Jordi Pujol tiene 90 años. La doña, 85. Quizá al calor de este juicio se levanten otras mantas y se destapen dineros ilícitos de otros ancianos antaño egregios. Pero es que se han llevado mucho más que pasta. Se han llevado la confianza en España de toda una generación, que siempre hizo chistes de un país donde se robaba con naturalidad.

Hay algo nuevo en las nuevas generaciones, creo. Ya no es posible evadir dinero de Hacienda y chotearse a voz en grito. Está muy mal visto. O hacer bromas sobre los propios viajes al extranjero con maletas. Se es cuidadoso con las tributaciones y se comprende, poco a poco, que el dinero de todos es importante. Tal vez todo esto sirva para algo.