Opinión

Sánchez, entre Macbeth y Juncker

William Hazlitt (1778-1830), el crítico literario británico más señero tras Samuel Johnson y exégeta canónico de Shakespeare, defendía que Macbeth «no está seguro de nada salvo del momento presente». Pedro Sánchez, con sus cambios de opinión, encajaría en esa definición según sus críticos. El último momento económico e incluso institucional del inquilino de La Moncloa, en el balance de fin de curso antes de las vacaciones, ha sido quizá el más ortodoxo desde que sucedió a Rajoy y también el más alejado de Unidas Podemos desde el alumbramiento de la coalición. A la defensa, sincera o no, pero inevitable y obligada, del rey Felipe VI y de la Monarquía parlamentaria, se unió un esbozo de planes económicos que, al menos verbalmente, alejaban subidas inopinadas de impuestos como desea Pablo Iglesias y abrían la puerta a una reforma fiscal a más largo plazo, basada en la búsqueda de eficacia recaudatoria y que en principio aparcaría los criterios punitivos como objetivo esencial.

El equipo de la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, con la secretaria de Estado Inés Bardón al frente, baraja distintas opciones. El estigmatizador «impuesto a los ricos» parece descartado por ahora, aunque los responsables del fisco admiten que deberán hacer alguna concesión a sus socios del Gobierno, pero que serían menores, algo que pondría en aprietos tanto a Iglesias y a los suyos como al PP de Pablo Casado, que perdería su gran argumento para oponerse a unos Presupuestos que España necesita aprobar. Los populares no pueden apoyar las cuentas del Gobierno, pero sin alzas fiscales y con una ortodoxia mínima en la línea europea, también podrían mirar hacia otro lado, algo que todavía provocaría más tensión en el Consejo de Ministros. La ministra Montero, mientras, estudia formar un grupo de expertos que diseñe una profunda reforma fiscal, uno de cuyos puntos de partida –no el único– serían las reflexiones que Pablo Hernández de Cos, gobernador del Banco de España, desgranó en la Comisión para la Reconstrucción en el Congreso de los Diputados. Ya ha habido algún contacto. Eso significa, guiños populistas al margen, revisión del Gruyere de las desgravaciones, cambios en IVA y sociedades y ajustes menores en el IRPF, aunque los más ricos paguen algo más para que algunos salven la cara. Sánchez y su equipo parecen saber qué es lo que deben hacer, aunque no olvidan la maldición del ex presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Junker: «Sabemos lo que hay que hacer, pero no sabemos cómo ser relegidos». Ahora, sin embargo, el mundo en el que pactaron Sánchez e Iglesias no existe. La duda, que no es hamletiana, radica en saber qué momento Macbeth vivirá el presidente cuando tenga que decidir. Y entonces, el dinero europeo será importante.