Opinión

Complejos

No es necesario buscar mucho en el atlas si queremos dar con un país en el que la derecha se muestra especialmente acomplejada desde el desayuno hasta la hora de cenar. En España tenemos el padre de todos los exponentes de cómo dar la sensación de estar permanentemente pidiendo perdón sin saberse a ciencia cierta porqué. Resulta que esta derecha nuestra se ha mostrado pionera frente a las banderas «progresistas» en cuestiones como el acceso de las mujeres a cargos políticos de primer nivel habiendo copando por primera vez presidencias autonómicas o importantes alcaldías –también la vicepresidencia del Gobierno de la Nación aunque en este caso sin ser primer precedente–. Resulta también que demuestra una más clara capacidad de gestión en materia economía cuando toca sacar al país del atolladero, además de representar la más nítida garantía a la hora de poner pie en pared frente a los órdagos al ordenamiento constitucional y sin embargo parecen arrumbar todo su bagaje ideológico –que lo hay– en el rincón de las vergüenzas, cuando de lo que se trata es de hacer seguidismo a según qué ocurrencias de la izquierda supuestamente paradigmáticas de la «evolución» humana hacia la justicia, la igualdad y el progreso. Se traslada la sensación de que la derecha liberal, democristiana o de cualquier otro tinte no tiene auténtica carga ideológica, esa que demandan millones de ciudadanos huérfanos a veces de verdaderos referentes sin complejos, cuando la realidad es justamente todo los contrario frente a una izquierda castigada desde hace décadas por el desgaste de materiales de la socialdemocracia y ahora cabalgando a lomos del tigre de las ocurrencias eso sí, con demostrada maestría a la hora de marcar la agenda y llevar la iniciativa.

Votaciones como la vivida hace semanas en el Congreso para aprobar el ingreso mínimo vital junto a otros escrutinios parlamentarios a propósito de según qué propuestas o hechos más distantes geográfica y políticamente, como aquella decisión de HBO de retirar de su catálogo la obra maestra del cine «Lo que el viento se llevó» por «racista» vienen a alimentar esa parálisis ante el tsunami de despropósitos vestidos con el traje de una supuesta causa justa. El apoyo claramente exento de convencimiento por parte del PP a la medida de la renta mínima tal y como está planteada llena de trampas –a mayor gloria del clientelismo político– es proporcional al pánico frente a la posible acusación de falta de sensibilidad con los más débiles, como si no hubieran podido explicar a los ciudadanos un voto en otro sentido. La derecha muestra las tragaderas de una anaconda –no vaya a ser que determinada batería mediática además de capones le propine patadas en el trasero– y al paso que vamos, mientras se asumen y acumulan líneas rojas como capas geológicas acabará por claudicar –a pesar de su bagaje ideológico– ante el argumentario de «pijos» de facultad de políticas y parásitos sin oficio ni beneficio obsesionados con impugnar la historia rellenándole hojas y más hojas de reclamaciones. El revisionismo sectario, intransigente y analfabeto que ahora vivimos no es gratuito.