Opinión

Populistas descolocados

Ni un solo país se ha librado con la llegada del Covid-19 de ver puestas patas arriba su economía, su sistema sanitario y las propias relaciones sociales. Lo que esta ocurriendo supone una verdadera y auténtica prueba de fuego que, mal manejada puede mandar a su casa a más de un político entre los que tan solo hace unos meses se atisbaba una incontestable línea exitosa de continuidad. Pero ha sido especialmente entre los dirigentes más marcadamente populistas en todo el mundo, donde el desconcierto se ha hecho más evidente. Los grandes «timoneles» siempre han tenido respuestas para no perder el apego y simpatías de la feligresía, bien predicando y ofreciendo poco trigo o bien señalando a oscuros poderes facticos o enemigos exteriores como responsables de cualquier mal. Sin embargo, ni en sus peores pesadillas podían imaginar encontrarse desnudos y en evidencia ante la incapacidad para hacer frente a algo tan inesperado como una grave pandemia. En el terreno más domestico el líder de Podemos y vicepresidente, Pablo Iglesias, ya evidenció en su momento la incapacidad de dar respuestas desde el mostrador de los brebajes a cuenta de arrogarse la gestión de la residencias para después arrojar lo más lejos posible la patata caliente. Quim Torra tampoco ha mostrado desgraciadamente una marcada capacidad de gestión ante la oleada de rebrotes en Cataluña, tal vez porque su hoja de ruta inicial era otra más «épica», pero ha sido en el terreno internacional donde nombres y apellidos que brillaban con luz propia han comenzado a cortocircuitarse frente a la envergadura del nuevo desafío. Boris Johnson supo cambiar a tiempo el rumbo de una actitud inicial tendente a ignorar la gravedad del problema. Otros, como el presidente brasileño Jair Bolsonaro, optaron por emular a la orquesta del Titanic tocando mientras el barco se hundía. Pero ha sido el del presidente norteamericano Donald Trump tal vez el caso más emblemático de alguien que llegó de manera inesperada al poder, que contaba con muchas posibilidades para continuar en él y que sin embargo en los comicios presidenciales de este año puede acabar, previa patada electoral en los glúteos, practicando el vuelo sin motor. Trump cuenta cada día con más papeletas para abandonar la Casa Blanca por varias razones, todas ellas muy ligadas al Covid. De entrada, su oponente, el demócrata Biden, ya sabe de las debilidades de su antecesora Clinton, incapaz de movilizar en 2016 a la clase trabajadora. Por otra parte, la pandemia está fagocitando fantasmas de la América profunda tan rentables en la anterior convocatoria con la urnas, pero sobre todo existe una realidad sobrevenida que no es otra más que la menores antipatías que el candidato demócrata despierta comparado con la considerada repelente Hillary y sobre todo el aumento a marchas forzadas, no tanto de la antipatía hacia Trump como de su incapacidad para movilizar esos segmentos de población que le auparon al poder. El coronavirus ha roto muchos esquemas, pero en especial –y esto tal vez sea lo positivo– los de mucho populista vendedor de brebajes.