Opinión

¡Vuelva usted en septiembre!

Don José Castañeda fue uno de esos catedráticos legendarios que marcó a toda una generación de economistas por sus enseñanzas de microeconomía y, quizás con más dureza, por el rigor de sus exámenes orales. En ellos, era muy frecuente que la letanía de preguntas y respuestas acabara con un inapelable «¡vuelva usted en septiembre!», indicativo de la insuficiencia de los conocimientos del alumno. He recordado esta anécdota al ver en estos días el pasmo y la desorientación de nuestros políticos, tanto nacionales como regionales, ante el cariz que están tomando los acontecimientos epidémicos, con una escalada que dura ya más de cinco semanas y que nos ha hecho pasar de un promedio de 712 contagios diarios en la primera de ellas a otro de 5.369 en la última, multiplicándose las cifras nada menos que por 7,5.

Al parecer, esto no ha empezado a preocupar a nuestros próceres hasta los últimos días; y tampoco demasiado, a juzgar por las apocadas medidas que adoptaron la semana pasada en reunión presidida por el ministro de Sanidad –que, por cierto, varios de los gobernantes regionales se han demorado en aprobar para su territorio–. Mi impresión es que no se lo creen. Se fueron de veraneo tranquilamente pensando que, como dijo Sánchez en un mitin celebrado en La Coruña el cuatro de julio, «hemos vencido a la pandemia» y «tenemos controlado al virus». Además, el preclaro presidente dejó bien sentado que no había que preocuparse de los «rebrotes» porque ahora «los servicios sanitarios están preparados»; y recomendó a continuación «no dejarse atenazar por el miedo» porque «lo que hay que hacer es reactivar la economía». O sea, el cuento de la lechera, en apretada síntesis. Todo mentira: lo del virus derrotado, lo de la preparación de la sanidad y lo de reactivar la economía. Y mientras tanto de vacaciones.

La realidad es que, al despuntar el calor del verano, nuestros gobernantes habían suspendido, aunque, tal vez porque nadie les envió un correo electrónico para decírselo, no se enteraron. Cierto es que los ciudadanos estábamos tan hasta el gorro de ellos que preferimos olvidarlos por una temporada, haciendo como que pasábamos de todo. Pero ahora que avanza agosto y ya avizoramos el retorno a la cotidianeidad otoñal, nos damos cuenta de que ellos han perdido el tiempo miserablemente, que nada está organizado, ni la sanidad, ni la educación, ni el resurgimiento de la economía, y que el panorama es más negro que un túnel ferroviario. Lástima que no haya habido un Castañeda que, allá por junio, les hubiera espetado un «¡vuelva usted en septiembre con la lección aprendida y los deberes hechos!».