Opinión

¿Alguien está al mando?

Según la encuesta NC Report publicada ayer en estas páginas, más de seis de cada diez padres de nuestro país va a incumplir el calendario escolar y no va a llevar a sus hijos al colegio este año. Puede que, llegado el momento, dentro de muy pocos días, una parte importante de estas familias tome una decisión distinta. No será una solución, sin embargo. Lo que de verdad indica la encuesta es lo que ocurrirá en cuanto se empiecen a detectar casos de covid-19 entre los niños o el personal de los centros de enseñanza. Y es probable que no afecte sólo a los centros en los que aparezca.

Ya no estamos a primeros de marzo, cuando la opinión esperaba a ver lo que decidían el Gobierno y las Comunidades Autónomas. Ahora la decisión la van a tomar las propias familias, y las administraciones públicas habrán de gestionarla luego, como un desorden más dentro del gigantesco desorden causado por la epidemia que vino de China. Es el resultado de una política cortoplacista, obsesionada con salir del paso y que ha recurrido sistemáticamente a la mentira. Ahora ya nadie presta el menor crédito al Gobierno (y poco, todo hay que decirlo, a los de las Comunidades Autónomas).

Este hecho no afecta sólo a los gobiernos y a los partidos políticos. Indica más bien que el covid-19, como en otros muchos campos, ha acelerado evoluciones que ya estaban presentes pero que no acababan de cuajar o de los que no habíamos empezado a ver todos los efectos. En este caso, se trata de una extraña contradicción. Vivimos en la sociedad más libre y más autónoma que haya existido nunca. Y al mismo tiempo tenemos la sensación –corroborada por lo ocurrido trágicamente desde marzo– de que no controlamos el proceso en el que estamos inmersos, que no hay nadie al mando, que nadie está en condiciones de decir que lo está o que lo va a estar en el futuro. Y si alguien se atreve a decirlo, nadie le cree. El discurso político y la propia política se empiezan a enfrentar a un descrédito generalizado, que no depende ya de posiciones ideológicas. Un reto gigantesco para los que gobiernan –o hacen como que gobiernan– y para los que quieren gobernar –o quieren hacer como que van a gobernar un día de estos–.