Opinión
La alegría de Bosé es la tristeza de Illa
Los negacionistas están de enhorabuena. Miguel Bosé y sus millones de seguidores celebran que la vacuna de Oxford, esa que nos iba a salvar de aquí a fin de año, ha pinchado, pero no en nuestra venas. La sangre seguirá contaminada. Por el virus y por el mal pandémico de los curanderos, entre los que se cuentan ministros de Sanidad. Ese coro de amantes bandidos de la estupidez brinda con la Solución Mineral Milagrosa mientras a nuestros políticos se les escapa un argumento para que no explotemos cada vez que nos sermonean por televisión. Murieron, y los que quedan, muchos más de los que nos dijeron y el túnel es aún largo y angosto por mucho que digan que ya ha pasado lo peor, hemos regresado más fuertes y que pasaremos el otoño tan solo con algunos síntomas de gripe o un resfriado común, tan común que se parecerá más a un pedo que a un estornudo. Ya contamos con que los que niegan el virus viven de la conspiración pero lo que no podemos permitir es que las llamadas autoridades ganen en popularidad con falsas esperanzas. Es un vicio planetario. Lo gasta Donald Trump cuando titula un pequeño avance a cinco columnas, como si fuera a invadir Vietnam, y nuestro Pedro Sánchez al presumir, oh, abran los telediarios, de que unos pocos españoles iban a participar en los ensayos de la vacuna fallida y que tendríamos millones de dosis antes de fin de año. Ya se ve que además de anuncios políticos, como el Ingreso Mínimo Vital, que nunca se cumplen, los avances científicos no están a las órdenes de Moncloa por lo que es posible que amordacen a los laboratorios. La covid no es líquida, como la memoria histórica o la ley de identidad de género, asuntos que se tratan al antojo del legislador, y que se derriten en palabras huecas con las que se forma un discurso amasado. Pan, pan. Al mayor de nuestros problemas le importa poco que los Presupuestos los apoye ERC o lo que diga Rufián a Ana Rosa. ¡Imaginen el virus ante Torra! Para cuando acabe la mesa de negociación, solo queda uno de los diez negritos. La mejor aliada de este patógeno es la política. Se obstinan en comportarse al estilo de un debate en el Congreso, y entre la mugre se cuela el coronavirus, un anuncio de limpiador del váter en los que el marrón está prohibido. Digan la verdad. Que no hay remedio, ni se le espera.
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