Opinión

El mejor de los mundos

Durante la última campaña electoral, el candidato del PSOE Pedro Sánchez se auguró a sí mismo y nos auguró a los españoles un serio problema de insomnio si se viera obligado a compartir gobierno con Pablo Iglesias y sus discípulos de la facultad de Políticas. Después, la calamidad sanitaria y la calamidad económica han sido suficiente motivo para que el presidente haya tenido dificultades para conciliar el sueño. La semana pasada perdió una simbólica votación en el Congreso. Y ahora busca socios para aprobar los presupuestos. La tarea es perturbadora y provoca situaciones embarazosas. En ocasiones, incluso grotescas.

Sin embargo, ninguna de esas circunstancias impide al presidente disfrutar cada noche de un descanso reparador. Porque, a salvo de algún susto episódico, de un momento fastidioso, a pesar de que gobernar en minoría es incómodo, y de que hacerlo en coalición con Podemos sea extraordinariamente fatigoso, Pedro Sánchez vive en el mejor de los mundos.

El primer motivo es estructural: las matemáticas parlamentarias de esta legislatura no permiten conformar una alternativa viable a su presidencia. Solo otras elecciones podrían cambiar esa realidad, pero la llave de las urnas la tiene Sánchez.

El otro motivo es coyuntural, aunque se trata de una coyuntura que tiende a ser de larga duración: las penalidades judiciales del PP y de Podemos.

Las bases y los delegados del Partido Popular supieron ver hace dos años la necesidad que tenían de elegir como líder a alguien que hubiera estado lo más alejado posible de las responsabilidades en el Gobierno de Rajoy y de la alta gestión en Génova 13 durante los impúdicos años de gúrteles y púnicas. De ahí que rechazaran a las favoritas, Soraya Sáenz de Santamaría y Dolores de Cospedal. Pero el terremoto pasado aún provoca réplicas en el presente.

Ahora, el caso Kitchen amenaza con desmoronar el tímido intento de Pablo Casado de construir un nuevo PP. La investigación judicial va a ser una pesadilla, y la comisión parlamentaria que han organizado PSOE, Podemos y sus socios supondrá un tormento diario para los populares: el Gobierno, controlando a la oposición y no al revés.

Los socialistas se han ocupado ya de evitar que, en paralelo, el Congreso indague en las peculiares fórmulas de financiación de Podemos. Pero sí se complacen al ver cómo Pablo Iglesias y sus exalumnos se ven debilitados y sumergidos en la tupida red de la justicia, ya sea por unas cuentas que requieren de alguna buena explicación, o por las pintorescas peripecias de un teléfono móvil cuyo contenido dejó de ser accesible después de pasar por varias manos, entre ellas las de quien hoy ocupa la muy alta magistratura de la vicepresidencia del Gobierno.

Con el PP y con Podemos atrapados por su pasado en los tribunales, con Vox entretenido en su inviable moción de censura, con los independentistas cada día más troceados y atomizados, con Ciudadanos en fase zalamera, y con el PNV siempre dispuesto a poner la mano, Sánchez circula, sí, por una carretera sinuosa y bacheada, pero sin amenaza alguna para su casi omnímodo poder.

Nunca un presidente sin mayoría absoluta gobernó con más ruido. Pero nunca un presidente en minoría pareció más seguro en su cargo. Ahora intentará que la aprobación de los presupuestos le facilite un mayor bienestar. Pero si no lo consigue, ya encontrará la manera de que ese desagradable incidente también resulte indiferente.