Opinión

¿Funciona lo de Madrid?

De que, después de haberse situado en la cúspide, han bajado los contagios de la Covid-19 en Madrid no cabe la menor duda. Tampoco de que la política desplegada por el gobierno regional a este respecto ha entrado en abierta confrontación con la del gobierno nacional. Y de que, incluso, algunas medidas –como la del confinamiento perimetral de fin de semana– se han adoptado conculcando lo que parecían acuerdos con los ejecutivos autonómicos aledaños. También es cierto que, aun así, nadie sabe a ciencia cierta qué es lo que ha funcionado de verdad en el territorio que preside la señora Ayuso. No le pregunten a Don Simón –el de Sanidad– porque, de esto, sabe menos que su homólogo el de los zumos. Y si no, lean su pensamiento tautológico: «la transmisión se ha podido controlar», dice, porque «ahora en Madrid hay menos transmisión».

Lo cierto es que la política de Ayuso se ha configurado como una mezcla de tres elementos: uno, el reforzamiento de los sistemas de salud pública, eso sí, sin dar demasiada información acerca de ello y sin resolver del todo los aspectos del rastreo y, especialmente, del control de las cuarentenas; dos, los confinamientos limitados a las áreas de salud más problemáticas para reducir en ellas la movilidad ciudadana; y tres, la apuesta por la sanidad hospitalaria, singularmente con la construcción de un hospital de pandemias que aún no se ha inaugurado. Lo demás no es más que orden público con la represión de botellones y festejos clandestinos. Y también que, seguramente, con casi un treinta por ciento de la población ya contagiada, se ha entrado en la zona de inmunidad colectiva. ¿Qué es de todo esto lo que ha impulsado la caída de la curva de contagios desde niveles superiores a los cuatro mil, a finales de septiembre, hasta menos de la mitad al despuntar noviembre? No hay respuesta porque faltan estudios y voluntad política para hacerlos. La presidenta madrileña ha tenido suerte hasta ahora, pero lo que de verdad importa es saber cómo.