Gobierno de España
El oscurantismo gubernamental
En la vida pública sobra tanto populismo y faltan rigor, prudencia y coherencia
Los políticos no resisten un somero análisis entre lo que dicen cuando están en la oposición o en el gobierno. No parece que les importen las contradicciones, porque siempre hay algún argumento para incumplir un compromiso. El culmen lo encontramos en la coalición de socialistas y comunistas, porque lleva muy mal el paso del tiempo y sus integrantes son irreconocibles. No hay nada como un buen despacho oficial para desdecirse de la transparencia, la coherencia, la búsqueda de los consensos y la ética. Esto último es muy lacerante, porque el servicio público, al margen de las ideologías, debería sustentarse, precisamente, en la ética y la ejemplaridad. Por ello, no tendría que sorprendernos la progresiva pérdida de aprecio popular que sufren todos aquellos que se dedican a una actividad que nunca se tendría que haber profesionalizado. Una de las banderas de los podemitas era la transparencia. Habían llegado a proponer que las reuniones se realizaran en streaming, para que se supiera en directo lo que sucedía y se negociaba. A los comunistas les gusta mucho el «gran hermano» de Orwell y lo aplicaron con mano férrea a sus «súbditos» en la Unión Soviética y los países que controlaban.
A estas alturas no sabemos los nombres de los miembros del famoso comité de expertos que aconsejaba sobre la desescalada que imponía el gobierno. El oscurantismo y la arbitrariedad son prácticas proscritas por nuestro texto constitucional, pero nuestros beatíficos gobernantes no se han dado por enterados. Es un tema fundamental en el Estado de Derecho y uno de los grandes avances que se produjeron en el siglo XIX en contraposición con el Antiguo Régimen. He de reconocer que me horroriza el término «secretos oficiales» y es muy sospechoso que una administración pública se niegue a informar sobre algo tan trascendente y sencillo como son los componentes de un comité de expertos. El Consejo de Transparencia ha ordenado a Illa que los haga públicos. Me temo que nos largará una lista de funcionarios ministeriales sin ninguna autonomía e independencia. Me cuesta entender por qué los políticos no aprenden de experiencias anteriores y se blindan con expertos que les aconsejen a la hora de tomar decisiones. Ni siquiera el papa Francisco es infalible y me temo que sea uno de los más falibles de la historia de la Iglesia, que es una obra de Dios dirigida ahora por un populista. En la vida pública sobra tanto populismo y faltan rigor, prudencia y coherencia. Me gustaría que el gobierno siguiera esta senda y no la del oscurantismo.
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