Opinión

Periodismo vs activismo

En la relación prensa-poder, nos llama especialmente la atención el caso norteamericano, aunque para ser justos los «inmaculados» creadores de opinión en la vieja Europa –España incluida– tampoco quedamos exentos de lo que debiera ser una profunda reflexión. La relación odio/odio que el expresidente «in pectore» Donal Trump ha mantenido y sigue sosteniendo con los medios de comunicación, además de suponer todo un tratado sobre la peor manera de entender el equilibrio de fuerzas entre el primer y el «cuarto» poder, ha venido a brindarnos el más palmario de los ejemplos sobre la falta de respeto, e incluso la denigración a todo lo relacionado con la libertad de prensa y el legítimo control periodístico sobre los políticos, pero también sobre una actitud de los medios de comunicación que en más de una y de dos ocasiones ha desnudado sus vergüenzas, teniendo en cuenta que el mero ejercicio de la información y la aportación de datos contrastados habría sido suficiente para poner en evidencia a un personaje como Trump, sin necesidad de incurrir en esa permanente sucesión de posicionamientos que han convertido en muchas ocasiones a los periodistas en beligerantes activistas.
La tentación, no solo de contar a lectores o espectadores lo que supuestamente quieren oír, trufada con un afán del informador por poco menos que formar parte de la historia, ha sido una evidencia que cualquier observador con un mínimo de sentido de la autocrítica puede corroborar. Se ha pretendido nadar tan exageradamente en el teatro de la moralidad sobre la verdad, que los reporteros se hacían famosos al enfrentarse a Trump al tiempo que este caldeaba a su feligresía reprendiéndolos en redes y de palabra. Convengamos al menos en que las cosas no han sido naturales en ninguno de los ámbitos de esa relación y no seré yo quien juzgue por ejemplo a las cadenas de televisión norteamericanas por el hecho de cortar todas ellas una intervención del presidente, aunque se me haga muy cuesta arriba pensar que eso hubiera ocurrido también en un país como el nuestro donde, como apuntaba de inicio, tampoco estamos exentos en el mundo del periodismo de un activismo que excede al género de la opinión para colarse en el de la entrevista o el de la propia información, con beligerancias que dejan a las trifulcas entre políticos como infantiles riñas de guardería. Y que no se confundan, a Trump quienes le han echado son los electores.