Opinión
La patria según Harari e Iglesias
Describió «El País» a Yuval Noah Harari como «el pensador más popular del mundo», y extrajo para titular una entrevista con el famoso historiador y escritor israelí esta frase: «Ser patriota es sostener un buen sistema sanitario, pagar impuestos». Ni Pablo Iglesias lo habría dicho mejor. De hecho, lo dijo igual. Por ejemplo: «Los derechos sociales y los servicios públicos son el corazón de la patria»; o «Me gusta ser patriota poniendo el acento, no tanto en banderas ni himnos, como en los servicios públicos»; o incluso: «Traicionar a la patria es privatizar la empresa pública».
Según el Diccionario de la Academia, patria es: «Tierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos»; y «Lugar, ciudad o país en que se ha nacido».
Esto es lo que todo el mundo entiende por patria. En cambio, Iglesias y Harari, como otros socialistas de todos los partidos, no subrayan la geografía, ni la historia, ni los sentimientos, sino la coacción. Harari lo expone paladinamente: la patria son los impuestos, es decir, la patria es la fuerza del poder que quebranta los derechos de sus súbditos, empezando por el derecho al fruto de su propio trabajo. Ni un segundo de reflexión le suscita al gran pensador el pequeño problema de que su definición de patria puede ser incompatible con la libertad de la gente.
Dirá usted: la salud es muy importante. Pues, claro, nadie lo niega. Pero que el pueblo conserve sus recursos y gaste una parte de ellos en sanidad y otras cosas importantes es totalmente distinto a que los poderosos le arrebaten dichos recursos y los gasten en sanidad, o en cualquier cosa, importante o no, en nombre de los ciudadanos.
La distinción entre lo privado y lo público, entre lo voluntario y lo forzado, no es baladí, pero los antiliberales rara vez escudriñan sus matices cuando abominan de la privatización, retratándola como el mal paradigmático. Dice tajante Harari: «Nadie puede pensar en serio en dejar al libre mercado la gestión de la salud pública». Otra vez, no parece haber considerado las características políticas de la opción que propugna. En efecto, si las cosas no se «dejan» al mercado libre, ¿qué sucede? ¿en qué lugar «deja» la alternativa a la libertad y los bienes del pueblo?
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