Opinión

Hablar seguido

¿Te acuerdas de cuándo hablábamos todo seguido? Me dice una amiga después de atascarse varias veces con nombres habituales en la conversación. Pues sí, lo recuerdo. De lo que no estoy muy segura es si estos interruptus mentales se deben solamente a un desgaste neuronal. Creo que no.

Yo tengo una potente sensación de tener lleno el disco duro, o sea mi memoria. Tengo tantos recuerdos, tantos nombres, tantas experiencias, tanta vida ahí archivada que creo que ya no me cabe más.

Tendría que hacer limpieza pero como no me resigno a hacerla, mi cerebro se encarga por su cuenta. Y tiene razón. ¿Para qué tantos nombres con su apellido? ¿A mí que me importa en que año nació fulano ni qué titulo le puso a su primera obra?

Esos datos gastan mucha memoria y, en realidad, la única satisfacción que dan es que puedes fardar de erudita en sociedad. Pero a cierta edad, eso ya no interesa en absoluto. Interesa tener calorcito humano, proyectos, emociones. Interesa saber cómo ayudar al prójimo o hacer una comida rica. Vamos cambiando de aprecios, y la memoria se adapta a la circunstancia.

Por eso, creo, que se recuerdan mejor aquellas cosas lejanas que nos dieron felicidad o desdicha, que ese acto reciente que no significa nada para tu corazón. La edad, si eres consciente de lo que vale la existencia, te hace mejor persona, y la memoria selecciona compasión.

Influye, además, que hoy en día estamos a mil cosas. Conversamos mientras el teléfono móvil nos llena de mensajes, la ansiedad de pensamientos, el ruido de aturdimiento y las luces de imágenes innecesarias.

¿Cómo vamos a poder hablar todo seguido en esa hiperactividad mental? Pero sea lo que sea, que no nos falle el humor.