Navidad
Tengamos la fiesta en paz
La Navidad está llena de significado, de contenido y de recuerdos. Y le vamos a dar la importancia que se merece porque la vamos a pasar juntos
No me ha tocado la lotería. Da igual cuando lean esto, es una constante universal inmutable. Igual que la bandeja de turrones y mazapanes absurdamente grande que se sirve en mi casa y que siempre termina de forma terca ignorada por todos. Cada año me meto en la boca una peladilla y en ese preciso instante me acuerdo de que no me gustan, pero es que su aspecto pulido de piedra de la orilla del mar me resulta irresistible. Guarreamos algún envoltorio o mordisqueamos un trozo de esos de almendra que cada año se lleva un empaste. En casa no vamos a tener grandes problemas de aforo ni traumas estadísticos por administrar los grados de cariño, seremos los de siempre y de comer, el menú constitucional. Cordero desde 1978. Hemos permanecido ajenos a los debates kafkianos de estos dos días, porque ni entra en nuestros planes ir a un concierto de Raphael ni invitar a alguien con acento británico. No es que seamos responsables, es que somos pocos.
Mientras procedo a meterme en la cama, desde donde pienso trabajar hasta nuevo aviso por el temor a la llegada de una nueva mutación del virus, veo a demasiada gente haciendo planes para 2021. Como si por terminarse 2020, mágicamente las cosas fueran a cambiar a mejor. Si pensamos que con el cambio del año vamos a dejar atrás todo esto es que no hemos aprendido nada. Tendremos que seguir llevando mascarilla, reduciendo el contacto social, cuidando la higiene. Seguirá el ruido político (puede que aumente, porque siempre aumenta) y las informaciones contradictorias y pseudocientíficas. Pero eso no quiere decir que nos tengamos que amargar ahora, sino todo lo contrario. Llevo trabajando en casa nueve meses, con menos actividad social que Miguel Bosé y pienso abrazar a mi familia. Pienso reírme y hacerles reír y nos vamos a achispar todos juntos como noble propósito para cerrar el año. Seamos todos responsables, tratemos de querernos y de olvidar lo que está pasando viviendo lo que tenemos. Porque hemos aprendido que lo podemos perder todo de golpe.
Me voy a poner un poco moñas, pero es que llevamos todo el año con los nervios de punta, indignados y señalando con el dedo. Sacudiendo la cabeza mientras leemos las noticias en el teléfono o los comentarios en las redes. Las noticias sobre el virus son tan víricas como la propia enfermedad, causan estrés, miedo, nos contagian desde dentro. Dice el filósofo Byung-Chul Han que en nuestra sociedad han desaparecido los rituales y los que nos quedan están vacíos de contenido, de la solemnidad que tenían las tradiciones en la antigüedad. En mi casa somos ateos, pero tengamos la fiesta en paz: «Christmas in Peace Matters». La Navidad está llena de significado, de contenido y de recuerdos. Y le vamos a dar la importancia que se merece porque la vamos a pasar juntos.
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