Cataluña

El «efecto Illa» todavía no ha llegado

El equilibrio entre independentistas –soberanistas, si se quiere sumar a En Comú, versión catalana de Podemos– y unionistas o constitucionalistas –en función de que el PSC bascule hacia un posible «tripartito de izquierdas» con los nacionalistas– apenas sufre modificaciones desde que se puso en marcha el «procés». La imagen más gráfica es la de una Cataluña partida por la mitad, no sólo en cuanto a opción política –nada que ver con izquierda y derecha–, sino a referencias culturales y un imaginario colectivo siempre marcado por el «hecho diferencial» catalanista que desarrolla una animadversión irracional a todo lo que sea políticamente foráneo. El único cambio radical en el mapa político catalán se produjo en las elecciones de 21 de diciembre de 2017, cuando Ciudadanos ganó con el 25,4% de los votos y 36 escaños. Que un partido que no venía del catalanismo fuera el más votado suponía un giro que cambiaba las bases del tablero político: por primera vez, el partido ganador no pedía más autogobierno, sino gestionar el que había. Las expectativas ahora son demoledoras: Cs perdería 14 diputados –se quedaría en 22– y más de 676.000 electores del 1,1 millón que obtuvo hace cuatro años. Así lo refleja un sondeo de NC Report que publicamos hoy, en el que el todavía ministro de Sanidad, Salvador Illa, no alcanzaría la mayoría, como anuncian incansables desde Moncloa. Ese supuesto «efecto Illa» no acaba de explosionar y, pese a la subida de 128.000 votantes (un 4,9% más) y 8 nuevos diputados, lo que hace un total de 25, el PSC no consigue situarse por encima de ERC que, siguiendo la misma encuesta, ganaría los comicios, se supone que los del 14 de febrero, a falta de que una semana antes de su celebración, el día 8, el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña los aplace. El bloque independentista podría obtener la mayoría si los mismos actores de 2017 volvieran a pactar: ERC, JxCat y la CUP. No así el constitucionalismo, que está más dividido y será imposible un acuerdo en el que estén incluidos PSC, Cs, PP y Vox, que irrumpe con 7 diputados, una de las novedades en la «pax catalana», y un 16,5% de los votos procedentes del partido de Inés Arrimadas.

Ayer, la líder naranja ofreció a los socialistas sus votos para alcanzar la presidencia de la Generalitat, si es que sirvieran para algo. Había un tono melancólico en la propuesta porque la posibilidad de haber trabajado juntos para abrir un hueco en la compacta hegemonía nacionalista no se aprovechó cuando se pudo, precisamente en un momento en que, por primer vez, una parte de la sociedad catalana, la que había estado silenciada tantos años, tomó la palabra. Pero sea o no posible, la única opción que tiene el constitucionalismo es apoyar a Illa cuando llegara el momento. El esperado «efecto» todavía no ha llegado y puede que nunca llegue.