Opinión

De Tarradellas a Puigdemont

Cataluña ha pasado del seny a la rauxa, lo que va de Tarradellas a Puigdemont

En la recta final de la campaña catalana, el panorama político que se contempla invita a recordar con añoranza a Josep Tarradellas. Vivió con gran dignidad su exilio en Saint-Martin-le-Beau, y regresó a España para ser un gran artífice de la Transición, haciendo posible la restauración de la Generalitat, anhelo del catalanismo político del momento.

La presidencia de la Diputación barcelonesa era su potestas, porque aquella Generalitat era él y nada más, pero con su auctoritas «llenaba la pantalla» y, así, en el referéndum constitucional de 1978, Cataluña lideró el refrendo a la Carta Magna, con más de un 90% de apoyos.

Hoy tenemos un ex president no exiliado, sino prófugo de la Justicia de un Estado democrático y de Derecho, en una localidad que es símbolo del ocaso de todo un emperador francés, y que él replica en un patético vodevil, mientras los dirigentes políticos del separatismo compiten en una carrera hacia ninguna parte. Ante este espectáculo, es casi inevitable evocar a Tarradellas que, sin duda, les recordaría la frase que él mismo hizo histórica: «En política se puede hacer de todo, menos el ridículo».

El problema es que esta mascarada la están pagando los catalanes, al perder la marca «Cataluña» reputación como sinónimo de seriedad, laboriosidad y «feina ben feta»; y dejando escapar muchas oportunidades, ensimismada en el bucle melancólico del Procés. Cataluña ha pasado del seny a la rauxa , y ahí sigue. Es lo que va de Tarradellas a Puigdemont.