Isabel Díaz Ayuso

Balas en las cartas

En el debate madrileño Ayuso no brilló, es verdad, pero entró en aquel plató sin rasguños y salió tal cual

Más de 10 millones de españoles han recibido ya una dosis contra el coronavirus. La vacunación acelera en este día de Sant Jordi, de libros y de rosas, de restricciones levantadas en Cataluña. Poco más que celebrar. Da la impresión de que hemos llegado a aceptar, como un mal menor social, los ciento y pico fallecidos que provoca esta pandemia a diario. Llueve sobre mojado, nunca mejor dicho, en estos meses salpicados de ERES gigantescos en la banca, y de deuda pública por las nubes. Ese es nuestro otro gran dolor crónico y de final incierto, el económico.

Para gestionar semejante panorama, los españoles contamos con una clase política de la que nos sentimos desencantados. Lo dice periódicamente el CIS. Pero si desconfías de los sondeos de Tezanos, lo corroboran las audiencias televisivas. Entre una entrevista anunciada a bombo y platillo en el ámbito del corazón y un debate a seis, supuestamente crucial para el resultado de unas elecciones madrileñas que son la madre de todas las elecciones, no lo dudes: España se vuelca con lo primero, porque España quiere evadirse de sus penurias y porque España apenas aprueba, con un cinco raspado, a unos cuantos líderes políticos. Algunos de ellos son amenazados con balas escondidas en cartas; a otros les apedrean en sus mítines. Ambos episodios reflejan, en cualquier caso, una polarización ideológica que crece peligrosamente en la calle. De todo el ramillete político, se lleva el favor popular Isabel Díaz Ayuso. En sus inicios infravalorada y hoy, le pese a quien le pese, aupada en los sondeos. En el debate madrileño Ayuso no brilló, es verdad, pero entró en aquel plató sin rasguños y salió tal cual. Solo pudo hacerle sombra Mónica García, verdadera lideresa de la izquierda madrileña. ¿Qué crédito puede tener un Ángel Gabilondo que incumple, ya en campaña, su promesa primera de no pactar con Iglesias? Bal brilla en la oratoria, ¿le servirá para algo? De Monasterio, lo esperado y de Iglesias, ese “no sonría” a una mujer y esa manía de contar los muertos y echárselos al otro a la cara. Este es el nivel.