
Los puntos sobre las íes
Sanchistas, las prostitutas os precederán en el Cielo
Con dos narices nos dan lecciones de progresismo y feminismo
Cada mañana, nada más levantarme, me hago la misma pregunta: ¿por qué son tan puteros los sanchistas? Mi limitada mente no alcanza a comprender que haya tanto sanchista que tenga que pagar, personalmente o por contribuyente interpuesto, por ejercer el sanísimo deporte del fornicio. ¿No pueden follar sin tirar de cartera? Digo sanchistas deliberadamente porque jamás me permitiré la licencia de identificar la parte con un todo socialista compuesto mayormente por gente decente que se cree lo que dice y hace lo que dice. El sanchismo es otra cosa. El que no es un putero, contrata a la prostituta del jefe con dinero público y el que no contrata a la prostituta, encubre el puterío. Todo muy ejemplar. El primer episodio de palmario puterismo se produjo en los ERE: parte de los 680 millones robados en Andalucía sirvieron para que unos cuantos se fueran con señoritas de compañía y comprasen cocaína como si no hubiera un mañana. Llegó la pandemia y un diputado socialista, Tito Berni, se saltaba día sí, día también, el confinamiento que ellos mismos habían decretado para esnifar polvo blanco y reclutar izas, rabizas y colipoterras en Sombras, prostíbulo situado en el pijísimo barrio madrileño de El Viso. Tito Berni no se iba de putas solo sino en compañía de otros sanchistas. Pensábamos que lo habíamos visto todo hasta que irrumpió en escena como elefante en cacharrería José Luis Torrente, perdón, José Luis Ábalos, protagonista de un caso en el que no falta de nada: meretrices, mordidas y consecuentemente dinero en metálico. La contratación de su novia escort, Jésica Rodríguez, en dos empresas públicas era el hit más llamativo hasta que Okdiario destapó el repugnante suceso vivido en el Parador de Teruel en septiembre de 2020. Allí se plantó Ábalos con su chico para todo, el ex portero de puticlub, Koldo García. Lo primero que hicieron fue pasar revista a un book de lumis locales. Al lugarteniente de Sánchez no le debió gustar lo que vio porque finalmente exigió que las trajeran en furgoneta de Valencia. ¿Que está prohibido pasar de una provincia a otra? Da igual: soy el número 2 de facto del Gobierno y aquí se hace lo que me sale de la entrepierna y nunca mejor dicho. El nivel de moralidad de esta gentuza queda tanto más claro si tenemos en cuenta que Ábalos se había autoproclamado medio año antes defensor de los derechos de la mujer en un vídeo publicado con motivo de ese 8-M que provocó miles de muertos. «Soy feminista porque soy socialista», enfatizaba un ministro que tal vez debería haber admitido que es putero porque es sanchista. El nivel gangsteril de estos individuos quedó tanto más claro hace una semana cuando Paradores negó parte de la historia: los destrozos perpetrados en la Suite Real de Teruel por el titular de Transportes –de las fulanas, ni mu–. Roban, mienten más que hablan, son compulsivamente puteros, algunos perdidamente cocainómanos, arrasan habitaciones hoteleras cual roquero pasado de caballo y encima falsean documentos oficiales. Y con dos narices nos dan lecciones de progresismo y feminismo. Representan la inmoralidad mejor que Belcebú. Utilizan a las mujeres como objetos y colaboran en la trata de blancas mientras abogan por el abolicionismo. Yo entre Ábalos, Koldo, Tito Berni y las hetairas, me quedo con estas últimas. Chicas que, por desventuras de la vida, se vieron abocadas a ejercer un oficio que ni quieren ni buscaron. Seres humanos que, visto lo visto, entrarán en el Reino de los Cielos antes que Ábalos, Koldo, Tito Berni y, naturalmente, el que dejó hacer, Pedro Sánchez, el diablo hecho persona.
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