Política

Fascismo, comunismo y violencia en campaña

Iglesias sigue apelando al riesgo del fascismo y favoreciendo con sus soflamas la violencia contra las formaciones de centro derecha

La apelación al fascismo es un viejo recurso de la izquierda totalitaria cuando se encuentra falta de proyectos o ideas y necesita encontrar un enemigo externo. El fascismo y el comunismo son dos ideologías surgidas en tiempos de gran violencia y fanatismo. Su cara más terrible y criminal la mostraron en el momento en que alcanzaron el poder en la Unión Soviética y los países del Este, China, Alemania, Italia, Cuba... Las dos compartieron su rechazo al capitalismo, la burguesía, el liberalismo y la democracia. Eran la expresión de planteamientos totalitarios que se tenían que imponer con el uso de la violencia.

El término fascismo deriva de las «fasces», que era la insignia de la autoridad consular en la República Romana. Italia participó, con escaso éxito, en la Primera Guerra Mundial sufriendo importantes derrotas frente a los Imperios Centrales. Estuvo en el bando de los vencedores, pero no consiguió ventajas territoriales y pagó un alto precio en vidas humanas. El ejército al mando del mariscal Lugi Cardona no estaba preparado para enfrentarse a Alemania y Austria-Hungría, como se comprobó en las doce batalla del río Isonzo, y tampoco lo estaría en la II Guerra Mundial cuando Mussolini formó el Pacto de Acero con Hitler y entró en el conflicto al ver que los alemanes derrotaban a franceses y británicos.

El clima posterior a la Primera Guerra Mundial provocó un gran descontento en Italia y, entre otros grupos, surgió en 1919 el Fascio di Combattimento, que era una milicia antisocialista. Mussolini utilizaría el término fascista para su movimiento y su acceso al poder inspiraría a movimientos como la Falange Española, la Ustacha croata y el nazismo de Hitler. En el clima de enfrentamiento del periodo de entreguerras, el temor al comunismo, que había triunfado en Rusia y que tenía por objetivo extenderse por el mundo, favoreció el crecimiento de formaciones radicales y violentas. La gran crisis provocada por el crack del 29 fue determinante para el éxito de Hitler en una Alemania sometida a las fuertes compensaciones del Tratado de Versalles, un error que no se repetiría tras la Segunda Guerra Mundial, y al descrédito de la República de Weimar.

Los movimientos fascistas apelaban a un nacionalismo exacerbado que reivindicaba un pasado glorioso. Mussolini se remontaba al Imperio Romano mientras que Hitler lo hacía al Sacro Imperio Romano Germánico y al II Reich. La responsabilidad de los males que aquejaban a sus naciones eran adjudicados a los extranjeros y a minorías como los judíos. Eran necesarios gobiernos fuertes, con un caudillo poderoso y un rechazo a la democracia tradicional y el liberalismo para que el pueblo se levantara y recuperara su vieja gloria.

Por su parte, el comunismo buscaba una sociedad ideal basada en la propiedad colectiva y una vida comunal, ideas antiguas que fueron desarrolladas siguiendo la ideología de Marx y Engels. Al igual que el fascismo, quería acabar con el capitalismo, crear una sociedad sin clases y con un sistema, también, de partido único. Unos y otros eran violentos, antes y después de conseguir el poder, utilizando milicias que reventaban los actos políticos de sus rivales. Stalin se unió a Hitler en la invasión de Polonia, donde los soviéticos cometieron, como sería habitual, las mayores monstruosidades y crímenes salvajes.

La izquierda radical estuvo controlada e influida por la Unión Soviética en ese periodo. En este sentido, surgió la fórmula del Frente Popular como coalición de gobierno de diversos partidos para alcanzar el poder y presentar un frente contra el fascismo. Era el resultado del cambio de estrategia del movimiento comunista que decidió que sus militantes abandonaran la política de no cooperación. Eran coaliciones muy inestables a causa de la diversidad ideológica y la competencia entre comunistas y socialistas por un mismo electorado.

El tiempo demostraría que era muy peligroso ir de la mano de los comunistas que estaban controlados por la Unión Soviética. No buscaban mejorar la sociedad y sus instituciones, sino imponer un régimen totalitario de partido único. España también sufrió un Frente Popular, con pucherazo incluido y la destitución ilegal, tras la victoria, del presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora. El comunismo mostraría su realidad más aterradora en la Guerra Civil con el control soviético del gobierno republicano, los comisarios políticos y la brutal y sistemática represión roja con las checas y los fusilamientos.

La Europa de la posguerra se vacunaría frente al comunismo, aunque los llamados «compañeros de viaje», como artistas, escritores, profesores y periodistas, blanquearon esta ideología autoritaria. Hubo comunistas bien intencionados y sinceros demócratas, como también había existido en el pasado, pero es una ideología que no tiene cabida en una democracia.

El nuevo comunismo lo encontramos en las ideas populistas de izquierda autoritaria y fanática de Pablo Iglesias surgidas de la necia idealización de los procesos vividos en la Cuba de Castro o la Venezuela de Chávez y Maduro. Este frente de izquierda radical, tan grato para Putin y el Irán de los ayatolas, quiso triunfar en España aprovechando el movimiento del 15-M y la crisis económica de 2008 y la actual provocada por la covid-19.

El fascismo nunca tuvo arraigo en España y su marginalidad se pudo comprobar en las elecciones de 1936. En otras ocasiones he expresado que tildar de fascista al régimen dictatorial de Franco es la expresión de una ignorancia sin límites. Con la llegada de la Transición se constató su irrelevancia. Actualmente, no hay ningún partido fascista o neofascista con representación parlamentaria.

A pesar de ello, Iglesias sigue apelando al riesgo del fascismo y favoreciendo con sus soflamas la violencia contra las formaciones de centro derecha como se ha podido comprobar con el escándalo de sus escoltas agrediendo a la policía en Vallecas. Hay una izquierda radical y fanática, que es Iglesias y Podemos, y otra que no utiliza ese lenguaje violento y guerra civilista, que es Mónica García y Más Madrid.