Sociedad

Perros

Avezados políticos que, a falta de algo real y útil que ofrecer a sus súbditos, ofrendan estímulos positivos y negativos a la vez, provocando situaciones de ansiedad

Los experimentos del fisiólogo Iván Pavlov con perros son un clásico, convertido ya en tópico. Pero su trabajo fue mucho más complejo e importante de lo que parece. Por ejemplo, investigó los efectos de la tensión emocional sobre esquemas cerebrales establecidos. Por supuesto, tanto en perros como en humanos, dichos resultados dependen del temperamento heredado y del grado de tensión emocional sufrido por el individuo. Pavlov descubrió que es muy fácil inducir un colapso en el sistema nervioso de varias maneras, verbigracia alternando estímulos positivos y negativos hasta provocar un estado de total confusión. Claro que eso es algo que conocen de forma intuitiva, y sin necesidad de hacer demasiadas pruebas, muchos niños pequeños, que practican la táctica para salirse con la suya…; amantes tóxicos y, por supuesto, avezados políticos que, a falta de algo real y útil que ofrecer a sus súbditos (sí: súbditos, siervos, vasallos y resto de vecinos en general), ofrendan estímulos positivos y negativos a la vez, provocando situaciones de ansiedad y debilitamiento generalizado. Los estados mentales de los pobres perros de Pavlov, sumidos en la desorientación y el caos existencial, se corresponden con los trastornos mentales que sufrimos los seres humanos sometidos a «la tensión de la guerra o del adoctrinamiento político». La desnutrición y la enfermedad también han sido, desde Pavlov, instrumentos usados de forma consciente y planificada para lograr conversiones religiosas, o ideológicas. Lo hemos comprobado con la pandemia… El peligro es que acabemos todos actuando ante los estímulos contradictorios como esos enfermos mentales que alcanzan un estado tan desequilibrado que reaccionan igual ante lo positivo y lo negativo, sin alegría o tristeza, sin distinguir lo bueno de lo malo… Locos de remate. Pues, ante el panorama político patrio, mientras se nos aplican descargas eléctricas que son posverdades como puños, abusos de autoridad, subidas de la luz, promesas de autodeterminación sexual o nacional, subvenciones, multas, mascarillas, botellones desorejados, lucha de clases pasivas, cambios ministeriales, cariño vicepresidencial, etc., yo por lo menos me siento como un perro de Pavlov. (Por no decir como una perra: que en este caso el lenguaje inclusivo queda muy, muy fatal, oiga).