Marruecos

Marruecos es imprescindible

Hace tiempo que la política exterior española no encuentra acomodo en la escena internacional. No se trata de la dirección política de los gobiernos de uno u otro signo, sino de una demostrada incapacidad para diagnosticar cuál debe ser la posición en el concierto internacional; elegir las áreas prioritarias y los principales campos de actuación. En Europa nos dejamos llevar por la corriente sin asumir el protagonismo que, aún más con la salida de Reino Unido, nos corresponde; con Estados Unidos es difícil seguir una línea de actuación de mayor desvarío e inconsistencia; y respecto a América Latina se precisa de un acuerdo de Estado para que no sea cada vez más frágil nuestra posición. Cabría esperar que las autoridades españolas tuvieran unas buenas relaciones de vecindad, en especial en aquellas áreas geográficas que suscitan mayor controversia. Pues bien, en las relaciones respecto a Gibraltar todo se basa en incomprensibles cesiones sin apostar por el desarrollo económico del Campo de Gibraltar; y en lo que respecta a Marruecos existen componentes de sutileza que no se tienen en cuenta. Nuestras relaciones con el país africano deben ser buenas y ordenarse en términos pragmáticos. En ningún caso debe suponer la cesión en principios y valores y tampoco en intereses. La decisión del nuevo ministro de Exteriores, José Manuel Albares, de las relaciones es, con seguridad, acertada. Pero insuficiente para restablecer y fijar un marco permanente de cooperación. Marruecos es pieza imprescindible en la política exterior y si las autoridades de Madrid y el cuerpo diplomático español tienen capacidad para revertir la situación demostrarían que queda algo de estabilidad en nuestra acción exterior. Marruecos debe ser el principio de una profunda reforma que hace tiempo precisa la política exterior española. De no hacerlo se acrecentará la debilidad de España en el orden internacional.