Opinión

Zahara y sus fascistas preferidos

Ahora el progre es la hegemonía, el malpensado, el corrector, el interventor… el cortesano, donde no queda nada de revolucionario

Imagino los sueños plácidos del progre medio español, valga la redundancia, porque en la España actual no hay nada más mediano (por trivial) y regular que ser progre. Yo quisiera dormir una noche como lo hace un progre (me refiero al virtuoso moral del buenismo vacío), descansar sobre una confortable almohada de credulidad en el sistema, cerrar los ojos, sabiendo que cerca, muy cerca de nuestra camita, papá Sánchez y mamá Jolines, trabajan hasta altas horas por nosotros y puede que mientras soñemos, alcancen a entrar y regalarnos un beso por nuestra docilidad.

El cartel de Zahara no es escandaloso, ni mucho menos indignante. ¡¡¡Ayyy… estos activistas a vela, estos activistas cuqui a rebufo de los tiempos, de la moda y del gobierno…!!!

Lo cierto es que el cartelito es intrascendente, política, estética, filosófica y socialmente para todo vertebrado, excluyéndola a ella misma, por supuesto, ya que la ha dado a conocer.

En la última época del franquismo,los progres eran una minoría moderna y necesaria, personas con inquietudes intelectuales y sed de libertad. Música, filosofía, cine de autor, denuncia social... la gente abierta, valiente y en muchos sentidos transgresora que hoy conocemos como liberal. Pero no nos engañemos, ahora el progre es la hegemonía, el malpensado, el corrector, el interventor… el cortesano, donde no queda nada de revolucionario, ni de adelanto, ni diría yo siquiera progresismo.

Gracias a ese cartel, de dudoso discurso artístico y menos originalidad… (de esas vírgencitas ya hemos visto decenas, incluso otras cantantes…) hemos sabido de la compositora y activista (y de sus neuras y traumas infantojuveniles) llamada Zahara. De no verla jamás a tenerla en la sopa, artículos, referencias y la cuenta de instagram de Podemos que la instrumentaliza como bandera. Pues sí que deben andar mal de contenidos y recursos para abanderarse con semejante pesada.

Por lo visto, esta señora ha sacado un disco recontramega chachi, superultra transgresor que se titula “Puta” (espero que no se les haya parado el corazón al leer semejante significante de cuatro letras… Yo para escribir este artículo he tenido que echar mano de mi frasco de sales como la tía Tía Pitty Pat).

Por supuesto, como amante que soy de la verdad, para conocerla mejor y documentarme, para comprender a esta nueva cataplasma pseudocultural he acudido a su web, donde vende el merchandising (para memas neuróticas) más diabólico imaginable. Y no es diabólico por su contenido, con el que podría estar de acuerdo (no al vientre subrogado y tal…) sino porque sus proclamas y genialidades (“Si eres tan valiente préstame tu vientre”) las ofrece en soporte cuqui (cómo no) con estética y tipografía Mr Wonderful.

A mí es que me salen telarañas en ambos sobacos, en las corvas y hasta en el arco de la nariz con nuestros rebeldes de hoy, drones carentes de todo colmillo y de toda creatividad, incapaces de generar pensamiento, al servicio de una ingeniería social descarada y ramplona donde las haya…

Comprendo que las supernenas de Podemos, esas defensoras de la clase obrera que juntas no levantan ni cinco años cotizados…, se identifiquen con esta agudísima intelectual cuyo principal discurso es que de adolescente le llamaron “Puta”.

A ver, que me da mucha pena, Zahara, sister, que te hayan llamado “puta” (igual que me apenó la repentina muerte de Lady Di), llamar “puta” es muy machista (y muy siglo XX) y está muy feo, y más feo aún está que te lo llamen. Pero Zahara… hermana, sister, supéralo, hazte un favor.

Yo de verdad que te entiendo ¿eh? ¿a quién no le han llamado “puta” alguna vez? Muy fea ha tenido que ser una para que no le llamen puta en los noventa, o muy coñacito, o muy pánfila… Tú, Zahara, eres algo más joven pero igual da, le llamas tú, por ejemplo, imbécil (que es lo que es un chaval que llama puta a una chica) y se arregla el problema, o mejor, pasas de él y contemporizas (o de ella, las mujeres poco avispadas recuerdo que también eran muy del llamar “puta”).

Pero no… ¡hay que explotarlo! Que el victimismo es súper fashion y a este progre de pipeta le encanta refocilarse en el sufrimiento, y pertenecer a alguna minoría (o a varias).

Entonces, cierra los ojitos y sueña con la dulce voz de nuestro bello presidente y, de pronto, se sabe feliz, reconciliado con el mundo y sus gentes… Respira satisfecho sabiéndose en el buen camino y disfruta de lo que más le gusta (más aún que la leche de almendras) porque le confiere vida e identidad, porque lo necesita para existir y redimirse: un buen “fascista”. Porque no se puede ser un buen antifascista, la profesión de moda en estos tiempos, un antifascista de pro, un antifascista guay, sin un fascista contra el que oponerse….

Puta no, hija, cursi, y ¡pesada!