Política

Shakespeare en Moncloa

Para la coalición gubernamental todo vale si se trata de Madrid

Ya conocemos el verdadero significado de la palabra Dumping, y es lo que practica el Gobierno central con sus inversiones en Madrid. Ni armonización ni nada que se le parezca, y por eso se pueden redactar unos Presupuestos que las suben un 5% en Cataluña y las bajan un 8% en Madrid. Con el alza pagan a sus socios, que ya advirtieron, por boca de Rufián, que su apoyo no saldría gratis, y con la rebaja castigan a los madrileños, porque a la izquierda le empieza a zumbar en los oídos la sintonía de «Misión Imposible», cuando recorre las calles de los pueblos y ciudades de tan esquivo territorio. A lo mejor, por eso, andan sugiriendo, en un formato que mezcla la amenaza con el globo sonda y la represalia con la cortina de humo, eso que algunos llaman erróneamente el debate de la descentralización, que en realidad es absurdo, en una de las naciones más descentralizadas del mundo, donde, en este preciso instante, hay autonomías con más capacidad de defender al Estado que la mismísima administración central. Y es que más que descentralización, los términos que mejor se adecuarían a lo que parecen proponer serían los de «descapitalización», «decapitación» o, para ser más exactos, «capitulación», que, claramente, es la palabra que mejor explica el proyecto Sanchista para mantenerse en el poder. En cualquier caso, un falso debate, lleno de inconsistencias, en el que un día parece que sacarán de Madrid todas las instituciones, otro que solo algunas y al siguiente aclaran que sólo los organismos de nueva creación. Lo último, precisamente, lo más preocupante, con un Gobierno que ostenta el récord mundial de ministerios y que precisamente tiene un serio déficit de medidas para reducir el gasto público. Vuelven e insisten con más planes para Madrid, un año después, que se cumple en estos días de octubre, de que el ex ministro Salvador Illa utilizara nada menos que la pandemia para comenzar a hacer campaña en Cataluña, penalizando cuanto pudo a la Comunidad de Madrid con medidas desproporcionadas y unilaterales, incluido un Estado de Alarma monográfico exclusivo para los madrileños, amparándose en todo momento en informes que ahora no aparecen por ningún sitio. Da la impresión de que para la coalición gubernamental y su colección de socios y allegados todo vale si se trata de Madrid, una comunidad que, les guste mucho o poco lo que en ella se vote, es el motor económico de España, un polo de atracción de la inversión y un espacio seductor y seguro económicamente donde se garantiza la libertad empresarial y se bajan los impuestos, dentro del marco legal que disfrutan todas las autonomías. Todo un contraste con esa Cataluña condenada a la irrelevancia y la decadencia económica, como acaba de analizar el Cercle D’Economia, por culpa de un Gobierno autonómico desafiante, que sigue coqueteando con los mismos errores que rompieron la legalidad constitucional y la convivencia y expulsaron a gran parte del tejido empresarial, pero que, según rezan los presupuestos, es merecedor de los mayores premios, en forma de mesas bilaterales, inversiones crecientes e insultantes indultos. La relación con Madrid y Barcelona es el paradigma que revela la forma de entender el Estado que tiene un presidente que trabaja a beneficio de inventario de una España asimétrica, mucho más asimétrica que española, y al dictado de quienes le garantizan poder seguir gobernando desde ese rincón de Madrid que se llama Moncloa mientras desprecia a quienes mejor encarnan la lealtad al Estado. Que bien harían algunos leyendo la tragedia del Rey Lear, donde el egoísmo, la deslealtad y el ansia de poder termina provocando la destrucción de todos.