Toni Bolaño

La reforma constitucional

La España del 78 tiene poco que ver con la España de 2021

El 43 aniversario de la Constitución no ha aportado ninguna novedad. Nada más allá del navajeo gansteril de los partidos en una suerte de todos contra todos. Quizá lo único destacable es la constatación del bloqueo parlamentario para iniciar un proceso de reforma, y el menosprecio de algunos partidos no al acto en sí, sino a la propia Carta Magna. Las ausencias miden este desprecio y suman desde el independentismo al PNV, pasando por parte de la izquierda y la ultraderecha. PP y PSOE siguen enzarzados midiendo sus fuerzas, pero son los únicos que pueden hacerlo porque son los herederos del bipartidismo que la instituyó.

Los primeros niegan cualquier tipo de reforma y los segundos crean una Secretaría de Reforma Constitucional y Nuevos Derechos, con Félix Bolaños al frente, que no parece diseñada más allá que para lanzar el mensaje de que son necesarios cambios constitucionales para volver al consenso nacional, pero sin presentar ninguna alternativa. Pura operación cosmética.

El consenso se antoja imposible por el evidente bloqueo institucional. Pero si se analizan las cifras hay que poner algunos interrogantes. La última vez que se preguntó en un CIS sobre la reforma constitucional fue en 2018. Lo recordó ayer Iván Redondo en un artículo publicado en La Vanguardia. La pregunta coincidió con la moción de censura a Mariano Rajoy y el 70% de los españoles abogaron por un cambio en la Constitución porque los que la votaron en 1978 tienen ahora más de 60 años. O sea, un importante porcentaje de españoles no votó y la sociedad ha cambiado mucho desde entonces.

Además, nuestra Constitución tiene una anomalía que es la de citar a una persona, el Rey Juan Carlos, y mantiene sin resolver una cuestión de primer orden como es que en 2023 la Infanta Leonor jurará una Constitución en la que prevalecen los derechos del varón a los de la mujer. Seguramente cabría añadir, el modelo de estado o la cuestión territorial, sin olvidar las nuevas realidades que han traído las nuevas tecnologías y los nuevos derechos. Es decir, amoldar la Constitución de hace 40 años a otra Constitución para que dure otros tantos.

Sin embargo, el nudo gordiano es como se resuelve la ecuación. Por un lado, hay una mayoría que pide cambio, pero los partidos mantienen posiciones y no van más allá de cruce de sables. Estamos en el enroque. Si prevalece lo segundo, el cambio puede llegar demasiado tarde o llegar de una manera no deseable, con conflicto. La Constitución ha funcionado, pero tras 43 años presenta síntomas de agotamiento en su funcionamiento mientras crece el número de jóvenes, y ya no tan jóvenes, que no se sienten concernidos. Conviene afrontar su reforma sin estridencias y los más interesados deberían ser los partidos de Estado, porque el resto de partidos se ha automarginado y esperarán su momento, incluida Unidas Podemos, que nunca se ha sentido dentro del marco constitucional.

Si prevalece lo primero, si hay una mayoría de ciudadana partidaria del cambio, el partido que lo lidere saldrá fortalecido. Algunas voces plantean convocar un referéndum para reformar la constitución, para abrir el debate que, sin duda, será complejo porque la reforma no es igual para todos, pero si la Corona y el sistema quiere consolidarse deberá mover pieza. Es mejor siempre ponerse al frente de la estampida que la estampida te pase por encima. No parece mala idea, porque ¿qué partido se negaría a participar en un debate sobre reforma constitucional con un mandato de los ciudadanos?

Ahora es el momento de la reforma constitucional porque la Carta Magna languidece. La España del 78 tiene poco que ver con la España de 2021 y ya no les digo con la España de 2030. Pero antes la Infanta tendrá que jurar la Constitución, nada estará hecho y nos entrarán las prisas, y las prisas suelen ser malas consejeras. Sería mejor empezar a mover piezas para que no nos pille el toro, que viene bravo.