Partido Popular

España vaciada, política vacía

Al final, otra ocasión perdida para recobrar el rumbo de una España vaciada de sí misma.

Sobre el fondo de la España vaciada, nuestro país se mueve en constante vaivén de elecciones. Apenas acabada una, se presenta la siguiente. Así llegan algunas aún antes de lo estipulado. Ahora aparecen en el horizonte inmediato los comicios adelantados en Castilla y León. Territorio PP, ocasión para camuflar las miserias internas; lustrar la figura de Casado y reforzar la posición de Fernández Mañueco. Un primer tanteo para las generales, cuando sean, aderezado con la bronca habitual, especialmente agria entre el 28 de enero y el 12 de febrero. Para ello se aprovechará lo que se pueda de la penúltima genialidad garzoniana; su repercusión en los sufridos hombres del campo, el tema de los fondos europeos … y los escándalos omnipresentes.

Paso a paso se va cumpliendo lo previsto. Ante el éxito de la ceremonia congresual del PP de Castilla y León, su presidente nacional tomó tal impulso que se apresuró a lanzar un mensaje movilizador, profundamente atractivo se supone, para los electores del próximo 13 de febrero. «La agricultura y la ganadería son las señas de identidad del Partido Popular» al cual definió como el «partido del campo» frente a «la izquierda-caviar de las mariscadas». Emociona tanta sensibilidad y finura intelectual. Ya sé que estamos en precampaña o en campaña electoral y cabe decir cualquier cosa. Lo malo es que ésta y todas las campañas se funden en la guerra permanente, que habita la vida pública española, sin respiro. Menos mal que, el congreso nacional, anunciado para julio, se centrará en el debate ideológico, la recuperación económica, la fortaleza institucional y la política social. Mientras, sosegaos don Pablo, que las carga el diablo.

Bueno será que el mundo agropecuario suscite el interés de su partido, aunque no debiera descuidar el resto de los sectores económicos. Pero más llamativa resulta la autodenominación del PP como «partido del campo». Se comprenderá que esto provoque alguna desconfianza entre agricultores y ganaderos. Resulta que o se ha producido una súbita conversión, o habremos de convenir en que, vista la situación, su gestión ha sido más bien poco operativa hasta ahora. Recordemos que la Junta de Castilla y León desde sus inicios en 1983, apenas estuvo un cuatrienio en manos de dos presidentes socialistas, con apellidos de pelotaris riojanos, Madrid y Nalda. En los siete lustros restantes se han sucedido otros cinco: Aznar (primero en Alianza Popular y luego en el PP) y los demás, Posada, Lucas, Herrera y Fernández Mañueco, todos del PP.

Lo de «partido del campo» no suena precisamente a nuevo en los lares machadianos. Sus viejos ecos se escucharon siempre en esta Castilla del Duero, como el rumor de las aguas del río en el verso de Gerardo Diego. Y acabaron evocando aquel lema «Arriba el campo», de un Redondo, no el pequeño Iván, sino el otro, Onésimo, del que sin duda don Pablo está más lejos aún. Aunque el de Quintanilla y Labajos sabía mucho más del medio campesino. No conviene sobreactuar. Castilla es un pueblo de señores que siempre ha despreciado al señorito, escribía Don Antonio. Y sigue siendo así, con la seriedad o la ironía socarrona de los pocos que quedan, tras el vaciado de los dos últimos siglos.

¿Y los otros? El PSOE, desde Moncloa, mira más allá del teatro castellano leonés. Otea el cotarro andaluz, antes cortijo particular del socialismo hispano. Ahí considera más factible un hipotético triunfo, en su momento. Así pues Sánchez evitará, hasta donde pueda, exponerse al duro invierno de la meseta Norte. Todo lo contrario de Casado. La campaña socialista, diseño Ferraz, se basará en el modelo conflicto, utilizado en todo el país; bajo la apariencia de mucho diálogo, solo con los afines, para estrangular al PP; demonizar a VOX, y seguir instalados en el maniqueísmo. La sombra del presidente del gobierno, su pérdida de credibilidad y los numerosos e indisimulables errores cometidos, no ayudan al candidato socialista. A Tudanca le tocó la Lotería en Navidad, pero no parece probable que la suerte llame ahora, otra vez, a su puerta.

Mientras, Ciudadanos, a la fuga, con Igea declarándose inocente de todo error pero heredero de cualquier acierto. El resto de las formaciones, Podemos, Izquierda Unida,… a lo suyo, con la misma irrelevancia que el amplio catálogo de siglas sin representación parlamentaria en las Cortes anteriores. Ahora desaparecerán algunas y surgirán otras con mejores deseos que posibilidades, al día de hoy. Lo más significativo vendrá a ser el crecimiento real de VOX y el alcance de las nuevas agrupaciones de corte provincialista. Al final, otra ocasión perdida para recobrar el rumbo de una España vaciada de sí misma. No sólo vacía de población en regiones como Castilla y León, víctimas de la insolidaridad nacional. Tendrá razón Delibes, el progreso, moldeado en tecnocracia, comporta inevitablemente una minimización del hombre, de la mano de una política vacía que, incapaz de desarrollar un proyecto colectivo, impulsa a la división interna y a la impotencia, acomodada al difícil reparto de la limosna europea..

En este enésimo rifirrafe de «elecciones vicarias» habrá, inevitablemente, vencedores y vencidos, pero muchos castellanos y leoneses tendrán la sensación, una vez más como el Sr. Cayo, de la falsedad de que los políticos vienen a servir a la sociedad, sobre todo a la de esta tierra, y el convencimiento reforzado a que vienen a servirse de ella.

Emilio de Diego. Real Academia de Doctores de España