Partido Popular
Centrismo: ¿moderación o tibieza?
No es fácil evadirse a una actualidad política marcada por la gravedad de lo sucedido en el Congreso el jueves pasado, y al tiempo estar en la recta final de una campaña electoral autonómica donde el PP no parece tener como objetivo gobernar, sino hacerlo sin Vox. Algunos barones, entre otros dirigentes –tanto varones como mujeres– que afirman ser tan «centrados», deberían fijarse en cómo han acabado los partidos cuya identidad política consistió sobre todo en ser «de centro». Hablo en pasado porque el último ejemplo, Cs, es un ente que ahora meramente intenta obtener de sus nueve diputados en el Congreso la máxima rentabilidad política para el futuro.
Otros extraordinarios ejemplos fueron la UCD, el CDS de Suárez, o el partido reformista de la «operación» Roca. Todos ellos estaban tan llenos de «centrismo» como de carencia de una identidad propia que no se definiera y fuera reconocible más allá de su equidistancia de unos y otros, a izquierda y derecha. Es la consecuencia de confundir «moderación», que es una virtud, con la «tibieza», que es todo lo contrario. Sobre todo cuando se trata de políticas de fuerte contenido ético y moral que no se acomodan a posiciones «políticamente correctas» y definidas cual dogmas laicos.
La creciente polarización política y social en España es promovida especialmente por la existencia de un Gobierno Frankenstein, en aplicación a la política del principio físico de la «acción y reacción». Por ejemplo, ¿cuál es la posición «centrista» ante iniciativas como las que promueve el Ministerio de la ideología de género? ¿Es posible ser «centrista» o equidistante entre esas políticas y las basadas en una antropología natural? ¿Es razonable creer que existen tantos géneros como uno desee, y que no estén vinculados al sexo biológico? Este es el más significativo caso de los que pueden plantearse al respecto, porque oponerse a ello implica además la aplicación de calificativos como «homófobo» o «negacionista», tan de moda ahora. Ello sin perjuicio de la aplicación del tipo penal «de odio», nada menos.
Ante iniciativas así es lógico que no haya espacio posible para la moderación, sino para la tibieza. Llamar radicales a quienes se posicionan de esta manera, no es una descalificación sino un elogio, si atendemos a su etimología que responde a «ir a la raíz de la cuestión». Igual que no hay mujeres «medio embarazadas», existen cuestiones en las que la equidistancia es imposible. No siempre en el término medio se encuentra la virtud, sino la tibieza. El presunto centrismo.
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