Sin Perdón

La «mafia» destruye el sanchismo

«Ni una remodelación del Gobierno ni los cambios en la dirección del PSOE pueden compensar el desastre»

Es cierto que la esperanza es lo último que se pierde. Por ello, la izquierda política y mediática espera que Sánchez consiga sobrevivir a los sórdidos escándalos que afectan a su Gobierno y su partido. A estas alturas del desastre deberían asumir la realidad y perder cualquier esperanza. La caída de Ábalos y Cerdán es el certificado de defunción de su proyecto político. El contenido de los mensajes y las grabaciones es demoledor. Hay todos los ingredientes de la corrupción aderezados con prostitutas. Dos de los protagonistas, Ábalos y su mamporrero Koldo, llegan al extremo de intercambiarlas detallando las características que las hacían más atractivas. El desastre es total, porque el exministro y Cerdán son las personas que gozaban de la mayor proximidad y confianza del líder del PSOE. Es algo que engrandece el escándalo frente a otros que han afectado en el pasado a los socialistas o los populares. Los sanchistas esperan que no haya financiación ilegal del partido algo que resulta absurdo tras leer el informe de la UCO. Con una décima parte de lo que sabemos sería suficiente para que cayera cualquier gobierno en una democracia.

La anomalía española es, precisamente, que Sánchez ha optado por no asumir ninguna responsabilidad. Se ha limitado a pedir disculpas y afirmar que «nunca tendría que haber confiado» en Cerdán. A esto hay que añadir que tiene a su hermano y al fiscal general del Estado procesados y se está investigando a su mujer. Y no hay que descartar que Aldama decida cantar «La Traviata» y Koldo nos sorprenda con nuevas revelaciones. Todo indica que los participantes en esta impresionante trama de corrupción tienen material para defenderse de sus socios. No hay que sorprenderse, porque es algo habitual en los grupos mafiosos. Ahora tenemos la certeza de que existía un grupo de hampones en el PSOE. El excelente diccionario de la Real Academia Española indica que el hampa es un «conjunto de los maleantes, especialmente de los organizados en bandas y con normas de conducta particulares». Por tanto, no es ninguna exageración definirlos de esta forma. Es algo que se comprueba, incluso, en el lenguaje que utilizaban. La izquierda política y mediática criticó que Feijóo utilizara «mafia o democracia» para justificar la manifestación que convocó la semana pasada.

A estas alturas sabemos que se quedó corto. Estamos ante una «organización clandestina de criminales» como la define el Diccionario y no es necesario utilizar la palabra «presunta» o «presuntos», porque los mensajes y las grabaciones despejan cualquier duda. Son una auténtica escoria de la política. Es decir, personas viles que no merecen ninguna estimación. Hay que aclarar que la mayoría de los políticos sanchistas merecen todo el respeto, aunque resulte increíble que se hayan convertido en sumisos seguidores de Sánchez. A pesar de ello, son honrados en el terreno económico. Otra cuestión distinta es que hayan dejado de ser socialistas para abrazar con fe ciega el populismo radical de su líder y acepten una política basada en la mentira. No puedo entender que acepten la inconstitucional amnistía, la sumisión frente a los antiguos dirigentes del aparato político y militar de ETA o las cesiones a los independentistas. Es algo que nunca debería hacer un socialista. La Historia recordará a Sánchez por estos sórdidos escándalos. No solo a él, sino a sus colaboradores en los ataques al Estado de Derecho y la separación de poderes. Cándido Conde-Pumpido será recordado como el jurista que sirvió al sanchismo y chapoteó gozoso en esta basura política e ideológica. No me extraña que tanta gente le dé la espalda y que esté desesperado por conseguir una plaza como consejero permanente del Consejo de Estado. Le recordaremos como el presidente del Tribunal Constitucional que legitimó la presidencia de Sánchez cometiendo la mayor felonía que puede cometer un servidor público. Cuando era fiscal general del Estado se manchó la toga con la excusa de luchar contra ETA y ahora la destruirá para ayudar al presidente que nombró a Ábalos y a Santos Cerdán. Este será su legado.

Carles Puigdemont y Aitor Esteban deberían leer el informe de la UCO. Es verdad que han seguido apoyando a Sánchez a pesar de los escándalos que afectan a su familia, su partido y su Gobierno, pero ahora se han atravesado todos los límites. No hay excusa posible para seguir sustentando al sanchismo en su sórdido declive. Es cierto que el PNV es prisionero de sus pactos con el PSOE en el País Vasco, pero cabe preguntarse si es motivo suficiente para renunciar a sus principios. En el caso de Puigdemont debería reflexionar si tiene que unir su suerte a quien ha sido su más feroz enemigo hasta que necesitó sus votos. Es evidente que camina con paso firme a un duro retroceso electoral en Cataluña, ya que Sánchez ha conseguido favorecer a Salvador Illa. No hay que ser un gran analista para entender que la continuidad del Gobierno le perjudica electoralmente. Puigdemont no debería temer por la amnistía, porque Conde-Pumpido cometerá la felonía de constitucionalizarla. En cualquier caso, la posición del Estado en esta cuestión es tan desastrosa que favorece sus intereses legales. No hay mejor defensa ante la Justicia de la UE. Sánchez considera que es su rehén, pero unir su suerte a un proyecto en descomposición es un grave error. Ni una remodelación del Gobierno ni los cambios en la dirección del PSOE pueden compensar el desastre. Es una cuestión de sentido común. Ábalos y Santos Cerdán son la esencia del sanchismo y han sido los brazos ejecutores de la arbitraria voluntad del líder. Los barones territoriales caminan con paso firme al desastre total en las autonómicas y las municipales. El PP no tiene más que sacar a pasear los numerosos escándalos, las incoherencias ideológicas y el soez machismo que imperaba en la cúpula del PSOE.

Francisco Marhuenda. De la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España. Catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)