Guerra en Ucrania

Marisco, vodka y diamantes

«La estrategia estadounidense es otro fracaso enorme y ha mostrado la escasa capacidad de análisis de los servicios de inteligencia»

El inquilino del Kremlin debe estar temblando ante el vigor guerrero del presidente de Estados Unidos. En un gesto heroico, el vendedor de coches averiados, sonrisas Biden, ha prohibido la importación de marisco, vodka y diamantes rusos. Estoy expectante ante la próxima ocurrencia, aunque mientras tanto ha reaparecido la silente Kamala Harris que ha demostrado que es otra política demócrata sobrevalorada. Los imagino agotados por el esfuerzo, aunque de momento han hecho más méritos para que les regalen el premio Nobel de la Paz que Obama, al que se lo otorgaron con carácter preventivo por lo que iba a hacer y luego no hizo. Al menos Biden ha sancionado a Rusia prohibiendo la compra de un gas y petróleo que no necesita o unos productos suntuarios perfectamente prescindibles. Espero que mañana incluya el caviar. Todo el mundo sabe que la decisión hace mucho daño a Putin, porque los diamantes se deterioran con el paso del tiempo y no sabrá qué hacer con el marisco congelado y almacenado en los frigoríficos. Como soy abstemio, el vodka me provoca menos interés, pero supongo que lo podrá emplear para el consumo interno.

La estrategia estadounidense es otro fracaso enorme y ha mostrado la escasa capacidad de análisis de los servicios de inteligencia. No han sido capaces de interpretar la escalada que vivimos desde Crimea. Las sanciones no hacen mella en la firme voluntad de Putin de doblegar a Ucrania e imponer que no entre en la OTAN y la UE. Sus objetivos son tan simples, como terribles los métodos que utiliza. Otra muestra de la brillantez de Biden ha sido su conclusión de que una confrontación directa entre Rusia y la OTAN desencadenaría la tercera guerra mundial. Tantos años calentando una silla en el Senado y viviendo a costa del erario han dado sus frutos. Es el único que se ha dado cuenta de que Putin ganó la guerra el mismo día que atravesó las fronteras ucranianas. Ahora lo ha explicitado con las ridículas sanciones, la persecución de los corruptos oligarcas y sus vacuas declaraciones para intentar enmascarar, sin éxito, el ridículo de la política exterior de su administración. Tanta lucidez es solo equiparable a los soberbios Macron y Borrell.