Pedro Sánchez

Contra los molinos de viento

A Pedro Sánchez no se le da bien luchar contra los problemas, toda su carrera política la ha basado en batallar contra personas. En eso, si que es un experto, primero, elige un adversario al que demonizar, después despliega toda la artillería con un manejo adecuado de los medios de comunicación y, finalmente, los votantes eligen el mal menor, que es él mismo.

No levanta pasiones y tampoco genera seguridad, pero hasta el momento no le ha hecho falta. Sin embargo, la conjunción de la huelga de transporte, que amenaza con vaciar las despensas, los agricultores movilizados como hace mucho que no se recuerda y los hogares desesperados por el precio de la luz y del gasóleo, hacen que, por primera vez, las cosas pinten realmente mal para Sánchez.

Dos factores le dan la puntilla. El primero el PP, aunque la caída de Casado supuso un respiro para la cúpula socialista, la guerra y la crisis económica han capitalizado toda la atención, de manera que Sánchez está en el disparadero y el PP está pudiendo hacer una transición ordenada.

Por el otro lado, la tendencia suicida de Podemos ha hecho que descarrilen las posibilidades de Yolanda Díaz llevando a la organización al momento de mayor debilidad electoral desde su fundación. Eso también es una mala noticia para el líder socialista, que es consciente de que los necesita para sumar mayorías.

Pero lo peor, es que ahora no tiene contra quién emplearse. Si Feijóo es listo, mantendrá un perfil bajo llamando la atención esporádicamente sobre temas que le proporcionen rentabilidad.

No tiene la necesidad de darse a conocer, ni de forjarse una imagen, todo eso ya lo tiene, por eso, su principal trabajo consiste en esperar al desgaste de Sánchez manteniéndose a cubierto.

Tampoco está Pablo Iglesias, parapeto en otro tiempo que siempre estuvo dispuesto a recibir más ganchos en la mandíbula que el propio presidente del gobierno en su afán de protagonismo.

En lo que respecta a Vox, dirigir todo el fuego socialista hacia ellos puede tener rentabilidad en el corto plazo, pero adolece de dos debilidades: que se termine perdiendo el miedo al lobo y que puede interpretarse como una forma de enviar la atención para no hacerse cargo de los problemas.

Sánchez buscará molinos de viento a los que atacar, pero no porque sea un Quijote idealista y visionario, sino porque sabe que es más importante parecer algo que serlo realmente.