Inflación

Inflación de dos dígitos

En ausencia de la invasión rusa de Ucrania, el aumento del IPC habría superado igualmente el 8%.

La inflación española se ubicó en el 9,8% durante el mes de marzo: la mayor tasa desde el año 1985. En términos intermensuales, los datos son todavía más descorazonadores: la cesta de la compra de cuyos precios hace seguimiento el IPC se encareció un 3% con respecto a febrero.

Ofrezcamos tres datos para entender la brutalidad que supone un incremento intermensual de los precios del 3%. Primero, el objetivo de inflación para el conjunto del año por parte del BCE es del 2%: por tanto, en sólo un mes hemos más que rebasado el objetivo anual. Segundo, si esta tasa de inflación intermensual se repitiera durante doce meses seguidos, la tasa de inflación interanual ascendería al 42,5%. Tercero, se trata de la mayor tasa de inflación intermensual desde 1977.

Los habrá que traten de culpar a Putin y a la guerra en Ucrania de estas inquietantes cifras y, desde luego, es incuestionable que la guerra habrá tenido su influencia pero el propio Ministerio de Economía la cuantifica en el 75% de la subida de marzo. Es decir, que en ausencia de la invasión, el aumento del IPC habría superado igualmente el 8%. No en vano, si nos fijamos en la inflación subyacente (aquélla que excluye la evolución del precio de la energía y de los alimentos no elaborados), ésta sigue incrementándose desde el 3% al 3,4%. No se trata, claro está, de una subida tan fuerte como la del IPC general, pero muestra una trayectoria clara e ininterrumpida que corremos el riesgo de que se enquiste aun terminada la guerra. A la postre, si nos mantenemos muchos meses en tasas superiores al 5%, será inevitable que los trabajadores empiecen a reclamar aumentos salariales por la vía de la negociación colectiva, en cuyo caso el actual auge inflacionista puede mutar en una espiral precios-salarios autoalimentada.

¿Qué deberíamos estar haciendo ahora mismo? Normalizar lo más rápidamente posible la política monetaria y la política fiscal. Pero el Banco Central Europeo parece estar a por uvas (negándose a admitir la cada vez más complicada realidad monetaria) y el Gobierno, lejos de buscar formas de reducir el déficit, continúa expandiéndolo.

Los excesos de ayer son la inflación de hoy y los excesos de hoy los pagaremos doblemente mañana.