Jorge Vilches
El fontanero gallego
El plan de ataque de Feijóo se fundamenta en explotar su punto fuerte, el perfil de gobernante resuelto, con una actitud responsable y una programa de políticas prácticas inmediatas.
Una sola reunión con Pedro Sánchez ha sido suficiente para que Feijóo deje claro su perfil y su estrategia. La figura es la del fontanero experimentado que acude a una casa inundada con la llave inglesa precisa que aprieta la tuerca suelta. Su teléfono está en un imán pegado a la puerta de la nevera para solventar urgencias, como la de la España sanchista.
El plan de ataque de Feijóo se fundamenta en explotar su punto fuerte, el perfil de gobernante resuelto, con una actitud responsable y una programa de políticas prácticas inmediatas. Esta es la manera de marcar distancias con las ensoñaciones ideológicas del peor gobierno de la historia democrática y ganarse al votante ahogado por la crisis.
El equipo de Feijóo sabe que hoy el PP sólo puede crecer por la izquierda. Vox es un fortín, con una fidelidad de voto superior al 85%, y, al tiempo, un posible aliado. Para captar el voto que queda hacia el centro Feijóo debe mostrar una actitud dialogante, no de enfrentamiento. El motivo, dicen, es que el país está en una grave crisis y hay que ser serio para resolver el problema. Es lo que Rajoy llama «política de adultos». Esto se traduce en transmitir al electorado de centro que el PP tiene sentido de Estado, lo que se interpreta como responsabilidad y profesionalidad.
Ha llegado el fin de la nueva política, del enfrentamiento como deporte, del show de los «bullangueros por sport», que decía Morayta de los cantonales de 1873. Feijóo mostró en la reunión en Moncloa el valor de la madurez para arreglar las cuentas. Ese pragmatismo, la tecnocracia centrista que encarna el proyecto, puede atraer a ese votante, como en 2011, y dejar al PSOE con el electorado emocional, poco más de cinco millones.
Feijóo calculó bien la reacción del sanchismo, que jugó a su favor cuando acusó al líder del PP de pactar con Vox. Por eso el gallego contestó en una entrevista radiofónica: «Esto será una broma, ¿no? Que nos digan que rompamos con Vox cuando el PSOE está con Bildu». Frente a la política ideológica, de foto y cordón sanitario, Feijóo habla de políticas prácticas considerando que eso es lo útil para los españoles, y, por supuesto, lo que le va a dar votos.
El propósito es que la gente perciba que, frente a la ideología que exhala el sanchismo en cada medida, el PP tiene un paquete de intervenciones económicas urgentes. Esto no sólo transmite que la situación es hoy un caos insostenible, sino que Feijóo se preocupa por el presente, no por futuros intangibles. No es teoría: esta semana hemos conocido por una encuesta que el 80% de los votantes, incluidos los del PSOE, exige rebajas fiscales inmediatas ante un 10% de inflación, su nivel más alto desde 1985, y que culpan a Sánchez, no a Putin.
El PSOE tenía la respuesta predecible: Feijóo sólo sabe de Galicia y está verde, no se sabe las cosas, lo que significa que no está a la altura de Sánchez. El sanchismo pretende desautorizar a Feijóo poniendo en cuestión su conocimiento y experiencia porque sabe el atractivo que supone para los votantes de centro y de la izquierda moderada.
Era evidente que Sánchez se iba a negar a medidas inmediatas como deflactar el IRPF para las rentas bajas y medias, y que las familias puedan afrontar así el incremento disparado de la inflación. Tampoco Sánchez iba a aceptar que las empresas gestionaran los fondos europeos para la modernización y luego revertirlo en deducciones fiscales. Como que no iba a asumir un cambio en la renovación del CGPJ. El sanchismo quiere controlar todo y a todos. Aunque quebremos en el intento.
El asunto, por tanto, no estaba en que salieran pactos de Estado de la reunión en Moncloa entre Sánchez y Feijóo, sino que el líder del PP mostrara su perfil. Y lo hizo.
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