Opinión
El «mundo feliz» del algoritmo
Lo que faltaba en esta sociedad de la información –que no del conocimiento– ya ha llegado: ahora no solo el famoso «algoritmo» controla nuestros deseos, intereses, sentimientos, afectos y desafectos para suministrarnos sin pedido previo por nuestra parte, lo que se supone más nos atrae y se acomoda a nuestros gustos y preferencias de cuanto sucede y existe en el mundo, sino que ahora informa a Moncloa en tiempo real, de cuanto se dice, se habla y se comenta del presidente del Gobierno a lo largo y ancho de las ondas. La inteligencia artificial y la natural, o sea la racional humana –que haberla, hayla, aunque no lo parezca– y que no escasea en cantidad en Moncloa, la procesará para elaborar el relato que convenga en cada momento, para contrarrestar lo que pueda dañar la imagen presidencial. El algoritmo se ha convertido en un virtual «gran hermano» de nuestras conciencias y conductas. Signo que se incorpora a la «nueva normalidad» prometida por los mandarines de la elite globalista que, cual poder oculto en la sombra, –a quienes nadie ha elegido, sino ellos mismos– nos programan con su Agenda para que «no tengamos nada y seamos felices» en ese mundo diseñado por ellos para nuestro bien. Ni Orwell en su distopía profética «1984», ni Huxley en su «Mundo feliz» podían llegar a imaginar hasta qué punto se acercaban a lo que en 2022 sería una realidad y no una mera distópica ficción de sus novelas. Para contribuir a alcanzar este feliz mundo, Disney+ anuncia que «desde finales de este año, el 50% de los futuros personajes de sus nuevas producciones, serán de la comunidad LGBTQ+». De momento, no consta que tal porcentaje forme parte de alguno de los 17 ODS que sustituyen a los Diez Mandamientos de la ley de Dios, pero sin duda debe ser así. En la construcción de ese distópico y feliz mundo cada día más cercano como vemos, la ley natural establecida por Dios para su Creación, será suplantada por la deseada por el Príncipe de ese nuevo mundo. En él, el hombre,–varón y mujer– ya no es creado a imagen y semejanza de Dios, sino construido y deconstruido por sí mismo según sus gustos, orientaciones y apetencias del momento. Ese nuevo ser posthumano cree que será feliz adorando a su nuevo creador, sin estar sometido a ninguna divinidad relatada en míticos relatos de unas Escrituras Sagradas propias de otras culturas y civilizaciones ignorantes e instaladas en la superstición, ahora ya superadas. Ese mundo sin Dios, es un mundo sin humanidad , un mundo posthumano. Antihumano.
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