Opinión

Traumas

España tumbada en el diván, haciéndose exorcismos para expulsar los demonios. Hablar de los traumas facilita mucho las cosas, es una acción de catarsis que limpia las cañerías por donde anida la mugre. Con el caso del espionaje ha vuelto a salirle el pus al grano y Pedro Sánchez se pone otra vez nervioso, porque el cuento de mover la bolita bajo el cubilete le sale cada vez peor. Pegasus le ha puesto contra las cuerdas, tanto que sólo le queda la soga de Bildu para mantener un tenderete que gestiona el país a golpes de decretos con el Congreso convertido en un lodazal, en un fangal para partirse la cara.

ERC y Podemos ya cavan la zanja de una legislatura que no aguanta más con Feijóo pidiendo entrar ya en el cuerpo a cuerpo. El juego de los espías le sale caro al presidente, porque ésta no se la perdonan y les viene de perlas meterse con una de las pocas cosas que funcionan en España. A pesar de los malos dirigentes que hemos tenido, el CNI goza de un prestigio que los propios socios del Ejecutivo, la caterva dirigida por Yolanda Díaz, ponen ahora en duda. Cosa inaudita en un país democrático avanzado, un tiro en el pie que frena cuestiones de seguridad claves como la lucha contra el yihadismo. Todo porque los que montaron una república ilegal se sienten agraviados. Para morirse de risa…

La legislatura está prácticamente muerta y nadie da ya un duro por un presidente cada vez más aislado que quiere mantenerse en el poder cueste lo que cueste y tragar con lo que sea necesario. El jaque al Estado perpetrado, entre otros, por ERC en 2016 arrancó una carrera sin retorno que nos ha llevado a la miseria política que sufrimos. Este trauma, el del «procés», no se va a digerir jamás mientras no entendamos que la unidad nacional y la vigencia de la Constitución son sagradas. Volvemos a la casilla de salida con Cataluña, volvemos al trauma de España.